Tribunas
09/03/2024
Constructores de paz: Sí a la vida
Jesús Ortiz
Ciertamente las guerras recorren la historia de los hombres y están demasiado presentes hoy día en Ucrania y en Palestina por citar tan solo dos terribles heridas abiertas en la faz de la tierra, aunque sin olvidar las guerras en el continente africano y en oriente. Con razón ha repetido el Papa Francisco que estamos sufriendo la tercera guerra mundial en pedazos.
Guerras interminables
Nos estamos acostumbrando a las noticias diarias sobre ataques cada vez más mortíferos y sofisticados. Sabemos que desde una consola se puede enviar un misil contra un edificio de viviendas, una escuela, o un hospital causando docenas de víctimas sin cargo de conciencia por parte de los agresores, o eso parece pues estos ataques no disminuyen sino aumentan. Cansan las declaraciones bonitas de los poderes públicos, la Comunidad Europea o la ONU, y otras varias. Me parece que hace mucho más la Iglesia con sus misiones diplomáticas y humanitarias que las reuniones internacionales de políticos. Y siempre la actuación valiente de quienes defendemos la vida como una alta misión en favor de los apartados y en definitiva para el futuro de la sociedad
La construcción día a día de la paz empieza por valorar más la vida ajena, cuando vemos las imágenes de los cadáveres envueltos en sábana, los ataúdes, o las fosas abiertas en los bosques. Queremos pensar en esas criaturas envueltas a diario en las explosiones, las ruinas, las huidas y las muertes. Los millones de desplazados muestran las cicatrices del mundo actual incapaz de defender los derechos fundamentales, que recluye en campos de refugiados a miles de personas que vivirán durante demasiados años en guetos inhumanos.
No acostumbrase a la cultura de muerte
No parece lo mismo pero la realidad el aborto y la eutanasia son también atentados diarios contra la vida, aunque los envolvamos en conceptos abstractos como el tan manido de «interrupción voluntaria del embarazo». Estos días Francia ha sido el primer país del mundo en incluir el aborto como un derecho constitucional. Hay un salto mortal en la sociedad desde que se presentaron en la opinión pública casos penosos de mujeres que morían por «abortar en malas condiciones y otras que iban a la cárcel» hasta hoy con la aceptación social del aborto y la eutanasia. Como tantas veces, muchos creadores de opinión mueven los sentimientos para ofuscar la inteligencia y seguir avanzando en la cultura de la muerte. Luego se despenalizan unos supuestos a la vez que cierto feminismo hace bandera de ese derecho que se introduce en la legislación. Al final llegamos hasta la Asamblea de Francia que establece el aborto como un derecho constitucional.
El crecimiento en nuestro mundo supuestamente civilizado de la eutanasia como una solución para el envejecimiento de la población, presentándola como un ejercicio de libertad y un derecho, van hundiendo la conciencia moral de los jóvenes, que ya no sabrán distinguir entre el bien y el mal. Estamos también a un paso del establecimiento de la eutanasia como un derecho constitucional.
Trabajamos por la vida
No son pocos los que trabajan por la paz en la política, la economía, el derecho, la sanidad, y asociaciones varias, en las que colaboran hombres y mujeres, jóvenes y mayores, los que vemos la transmisión de los valores humanos en defensa de la vida, del matrimonio, de la libertad en un ejercicio palpable de generosidad y de la solidaridad. Todos somos llamados en conciencia a renovar la sociedad, a defender la convivencia pacífica en el respeto de los derechos de todos, y a esforzarnos con esperanza para el progreso real en humanidad. Las guerras siempre interesadas de unos pocos, que no quieren cargar con los muertos, con la aceptación social de los atentados a la vida como el aborto y la eutanasia constituyen la mayor regresión que puede acabar con la civilización occidental.
Sin embargo, también crece la oposición a esta cultura de muerte por parte de juristas, políticos, médicos, escritores, y artistas que siguen proclamando bien alto y con perseverancia que la vida es el mayor bien, la base de toda civilización digna de este nombre y siempre un don de Dios. Si muchos se empeñan en destruir el tejido social excitando la mentira y el egoísmo, otros muchos seguiremos proclamando el valor supremo de la vida humana.
Este domingo 10 de marzo se celebra de nuevo la «Marcha Sí a la vida», y se vuelven a reunir miles de personas en defensa de la vida con globos verdes, color de la esperanza, con muchos jóvenes que proclaman con alegría el Sí a la vida, demostrando que ninguna batalla está perdida y que el progreso humano hay que conquistarlo cada día.
Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico