Tribunas
18/03/2024
Europa en busca de espíritu. (y IV)
Ernesto Juliá
Europa sigue tratando de encontrar fundamentos para reconstruirse en fuentes en absoluto cristianas.
Después de la catástrofe provocada por las naciones dominadas por gobiernos esclavos del “humanismo ateo”, intenta ahora dejarse llevar por las minorías dominadas por el pensamiento de ideología de género, lgtbi, con todas sus variantes, “woke”, etc.
Y hablan de gobiernos inspirados en la cultura “pos-moderna”, “pos-verdad”, con “modernismos” y “verdades” que se inventan los gobiernos para imponer leyes sobre el adoctrinamiento sexual de los niños, sobre la “familia”, sobre la educación, etc. sobre las que no se puede construir absolutamente nada, salvo el poder absoluto de una minoría sin principios: el poder por el poder, para destruir la humanidad natural del hombre, y tratar de “construir” seres humanos a su imagen y semejanza, animales para ser manipulados por el poder, por estar desvinculados completamente de Dios.
¿Resultado? La manipulación de la sociedad a base de envolver a los ciudadanos en una oferta sexual que deja a la juventud, a la adolescencia, a la niñez, en manos de los mayores depravados sexuales. Y por si no bastase el mal que esta situación origina, los gobiernos prácticamente sostienen las clínicas abortistas en la mayor parte del territorio europeo. Y no solo el aborto. Está en marcha ya lo que podemos llamar “la producción de hombres y de mujeres” con los millones de embriones congelados, dispuestos para ser vendidos al mejor precio. Y comprados por cualquiera.
¿Se está suicidando Europa? ¿Quedan minorías capaces de buscar unos fundamentos racionales, y morales, que permitan reconstruir Europa?
Recordamos, con palabras semejantes, lo que ya hemos señalado en el artículo anterior: “El destino de una sociedad depende siempre de minorías creativas. Los cristianos creyentes deberían considerarse como una de esas minorías creativas y contribuir a que Europa recobre de nuevo la mejor de su herencia, y está así al servicio de la humanidad entera” (Ratzinger. Europa, raíces, identidad y misión. Ed. Ciudad Nueva, 2005, pág. 33).
Los cristianos que creen verdaderamente en que Cristo es Dios y hombre verdadero; que nos ha dejado los Mandamientos y los Sacramentos para hacer posible que los hombres podamos comprendernos y respetarnos en nuestra verdadera identidad de criaturas de Dios, creados en y con plena libertad para ser hijos de Dios en Jesucristo, siendo conscientes de que nuestra vida no se acaba en la tierra, y que la muerte solo es el comienzo de una nueva vida con Dios, el Cielo, o encerrados en nosotros mismos, el Infierno.
Estos cristianos para recrear una Europa, que defienda la vida desde su concepción, la dignidad de la persona humana, la familia que da origen a la vida –hombre, padre, mujer, madre, hijos e hijas-, no tienen que unirse en un partido político: la experiencia de la Democracia Cristiana es un buen ejemplo para no repetir los mismos errores. Y tampoco tienen que buscar la alianza del Estado con la Iglesia, ni de la Iglesia con el Estado, otra experiencia sin resultado positivo.
La Iglesia libre en un Estado libre.
Si tienen, en cambio, que ser conscientes de estas palabras de Ratzinger:
“No son los cristianos los que se oponen al mundo. Es el mundo el que se opone a ellos cuando se proclama la verdad sobre Dios, sobre Cristo y sobre el hombre. El mundo se rebela siempre cuando al pecado y a la gracia se les llama por su propio nombre. Superada ya la fase de “aperturas” indiscriminadas, es hora de que el cristiano descubra de nuevo la conciencia responsable de pertenecer a una minoría y de estar con frecuencia en contradicción con lo que es obvio, lógico y natural para aquello que el Nuevo Testamento llama –y no ciertamente en sentido positivo- el “espíritu del mundo”. Es tiempo de encontrar de nuevo el coraje del anticonformismo, la capacidad de oponerse, de denunciar muchas de las tendencias de la cultura actual, renunciando a cierta eufórica solidaridad postconciliar” (Ratzinger, Informe sobre la Fe, ed. BAC, 1986, pág. 43.
Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com