VATICANO
Vigilia Pascual: El Papa bautiza a ocho personas procedentes de Corea, Italia, Japón y Albania
En su homilía, Francisco meditó sobre el significado de las piedras de la muerte que oprimen nuestras almas, e instó a levantar los ojos a Jesús resucitado
31/03/24
- Una preparación de dos años
- Sacar esperanza de los escombros del fracaso
- "¿Quién nos correrá la piedra?"
- Una lápida en nuestro corazón
El Papa Francisco bautiza a una persona en la Vigilia Pascual.
El Papa Francisco, tras suspender su participación en el Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo por consejo de sus médicos, ha presidido la Vigilia Pascual en la Basílica de San Pedro este Sábado Santo.
Una preparación de dos años
En esta ocasión, ha bautizado a ocho adultos procedentes de Corea (2), Italia (4), Japón y Albania y también les ha administrado el sacramento de la confirmación. Estos catecúmenos, como ha dicho el Papa, han recibido una larga preparación de dos años para "abrazar la fe en Cristo resucitado".
"Hermanos queridos, son ya criaturas nuevas y han sido revestidos de Cristo. Reciban esta vestidura blanca y manténgala inmaculada hasta el tribunal de Nuestro Señor Jesucristo, para alcanzar la vida eterna", ha dicho Francisco.
Las ocho personas bautizadas por el Papa reciben las vestiduras blancas.
Sacar esperanza de los escombros del fracaso
En su homilía de la Vigilia Pascual del sábado 30 de marzo, el Papa meditó sobre el significado de las piedras de la muerte que oprimen nuestras almas, instándonos a levantar los ojos a Jesús resucitado para sacar esperanza de los escombros del fracaso.
Ante 6.000 fieles congregados en la basílica de San Pedro, Francisco criticó los muros del egoísmo y de la indiferencia y lamentó que las aspiraciones de paz se vean "rotas por la crueldad del odio y la ferocidad de la guerra", informa Vatican News.
"¿Quién nos correrá la piedra?"
"Las mujeres van al sepulcro a la luz del amanecer, pero dentro de sí llevan aún la oscuridad de la noche". Con esta distinción el Santo Padre comenzó su homilía en la solemne Vigilia Pascual. El Pontífice precisó que la vista de aquellas mujeres está nublada por las lágrimas del Viernes Santo, se encuentran inmovilizadas por el dolor, encerradas en la sensación de que se ha terminado todo, y que el acontecimiento de Jesús ha sido ya sellado con una piedra.
"Y es precisamente la piedra la que está en el centro de sus pensamientos. Se preguntan: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro» (Mc 16,3). Cuando llegan al lugar, sin embargo, la fuerza sorprendente de la Pascua las impacta: «al mirar —dice el texto—, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande» (Mc 16,4)".
El Sucesor de Pedro consideró dos momentos que nos llevan a la alegría inaudita de la Pascua: en primer lugar, las mujeres se preguntan angustiadas quién nos correrá la piedra, después, al mirar, ven que ya había sido corrida.
El Papa se refirió a la pregunta que abruma el corazón de aquellas mujeres, partido por el dolor: ¿quién nos correrá la piedra del sepulcro? Y explicó que esa piedra representa el final de la historia de Jesús, sepultada en la oscuridad de la muerte.
"Él, la vida que vino al mundo, ha muerto; Él, que manifestó el amor misericordioso del Padre, no recibió misericordia; Él, que alivió a los pecadores del yugo de la condena, fue condenado a la cruz. El Príncipe de la paz, que liberó a una adúltera de la furia violenta de las piedras, yace en el sepulcro detrás de una gran piedra. Aquella roca, obstáculo infranqueable, era el símbolo de lo que las mujeres llevaban en el corazón, el final de su esperanza. Todo se había hecho pedazos contra esta losa, con el misterio oscuro de un trágico dolor que había impedido hacer realidad sus sueños", dijo el Papa.
Una lápida en nuestro corazón
El Santo Padre advirtió que "esto nos puede suceder también a nosotros", puesto que "a veces sentimos que una lápida ha sido colocada pesadamente en la entrada de nuestro corazón, sofocando la vida, apagando la confianza, encerrándonos en el sepulcro de los miedos y de las amarguras, bloqueando el camino hacia la alegría y la esperanza".
Los consideró "escollos de la muerte" y observó que los encontramos, a lo largo del camino, en todas las experiencias y situaciones que nos roban el entusiasmo y la fuerza para seguir adelante, como "los sufrimientos que nos asaltan y en la muerte de nuestros seres queridos", "en los fracasos y en los miedos que nos impiden realizar el bien que deseamos", "en todas las cerrazones que frenan nuestros impulsos de generosidad y no nos permiten abrirnos al amor". Además, se manifiestan "en los muros del egoísmo y de la indiferencia" y "en todos los anhelos de paz quebrantados por la crueldad del odio y la ferocidad de la guerra".
"Cuando experimentamos estas desilusiones, -prosiguió-, tenemos la sensación de que muchos sueños están destinados a hacerse añicos y también nosotros nos preguntamos angustiados: ¿quién nos correrá la piedra del sepulcro?". Y sin embargo, aquellas mismas mujeres que tenían la oscuridad en el corazón, "nos testifican algo extraordinario: al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande", puntualizó Bergoglio.