Tribunas

 

Y llegó el Espíritu Santo

 

 

Ángel Cabrero

Espirítu Santo.

 

 

 

 

“Yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros siempre” (Jn 14, 16). Esta fue la promesa de Jesús, que repitió a sus discípulos varias veces. Y llegó el Espíritu Santo de una forma que no podían imaginar. Era espíritu y sus manifestaciones fueron lo menos materiales posible: fuego y viento. Pero con ello llegó una fuerza y un convencimiento extraordinarios.

Vino a ellos el Espíritu, porque ellos eran, en gran medida, espíritu. Podríamos advertir, con cierto grado de reflexión, que en nuestra sociedad, tendenciosamente materialista, se nos escapa con bastante frecuencia lo esencial del hombre, que es su alma espiritual. Es lo que nos diferencia esencialmente de los animales. Es capacidad de trascender, de mirar por encima de lo puramente temporal y material, y ser conscientes de que lo que nos hace muy superiores a todos los seres que existen entre nosotros es el espíritu.

Dice Rafael Domingo: “La intención espiritual, que radica en el alma, es el propósito más hondo y último de cualquier acción o actitud humana. La intención espiritual determina la pureza de nuestra alma, la intensidad de nuestro amor, el nivel de comunión con los demás, la calidad de nuestro servicio, así como el nivel de nuestra comprensión espiritual o sabiduría” [1]. O sea, el espíritu es lo que verdaderamente nos hace personas.

¿Es esta una consideración habitual en nuestro modo de vida? En la sociedad en que vivimos en los países occidentales hay un hundimiento en lo puramente material que hace pensar en sí lo que deseamos, con lo que  nos conformamos, es con ser animales. Y  no precisamente muy racionales. Razonamos poco, o sea, nos preocupamos poco por elevar nuestro entendimiento, nuestro espíritu, y terminamos siendo simplemente animales.

“Enseñar, pintar, cocinar y conducir no son acciones estrictamente espirituales, pero el elemento espiritual puede inspirar y estar presente en todas estas actividades: “ya comáis, ya bebáis, o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”” [2]. Enseguida nos damos cuenta de las diferencias tan grandes que existen entre un planteamiento materialista y un modo de obrar de quien busca el espíritu, fundiéndonos con la mente de Dios. Son palabras mayores.

¡Qué importante sería buscar constantemente la pureza de intención espiritual. Es lo que nos hace personas.

Pentecostés, celebración de la venida espectacular del Espíritu Santo entre los apóstoles, que les cambió. El Espíritu les llenó y cambiaron totalmente sus modos de proceder. Pentecostés, lo celebramos pero podemos aprovechar para advertir que nuestra vida es humana cuando es divina, y es divina cuando se impregna del Espíritu.

¿Cómo se consigue esto? Con la oración y los sacramentos.

 

 

Ángel Cabrero Ugarte

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

[1]
Gonzalo Rodríguez-Fraile Díaz y Rafael Domingo Oslé
Espiritualizarse.
Creative Book Writers, 2022. Pag 111.

 

[2]
Ibid, pag 112.