Tribunas

 

Obstinación o reconocimiento

 

 

Ángel Cabrero

Jóvenes y alcohol.

 

 

 

 

Uno de los peligros más graves en que anda inmersa nuestra sociedad moderna es el acostumbramiento en modos de hacer que son objetivamente inmorales. Tiempo atrás la inmoralidad se detectaba y, por lo menos, existía una actitud de reserva, de ocultamiento. Hoy todo vale. Puede ocurrir incluso que alguien deba terminar en la cárcel, por una fechoría, pero si no le pillan, ancha es Castilla.

Hay poca conciencia de los hechos, como si fuéramos animales y no personas con inteligencia y voluntad. Y lo peor, falta, en gran medida, el sentido de trascendencia. La verdad es que es muy equiparable la intrascendencia con la inmoralidad consentida. Lo curioso es que, así las cosas, podemos caer por debajo del modo de actuación de los animales, porque estos se mueven por instinto, y eso es ya una regla de actuación, aun cuando sea mínima. Pero el hombre inmoral cae por debajo hasta del instinto.

Esto hace que haya unas diferencias muy importantes entre las diversas personas que nos rodean en nuestra sociedad. Por un lado están quienes saben cuál es el fin último del hombre, o sea quienes viven en el conocimiento de un Dios que nos quiere llevar al cielo, y por otro lado los que viven totalmente al margen de lo que dicta la conciencia, o sea, sin tener en cuenta para nada la ley de Dios.

Entonces nos encontramos con tantas gentes que trabajan en sus negocios, en sus empresas, con un afán desmedido de enriquecimiento y, por lo tanto, harán lo que sea para sacar mucho dinero en sus actividades. Y vale todo. Quizá alguien les denuncie o haga saber los modos injustos de obrar de aquella empresa, o quizá no, en cuyo caso se sigue actuando, pensando solo en el provecho propio.

Encontramos también que hoy son muchos quienes buscan una relación con un hombre o una mujer, por amistad, pero sobre todo por tener cierto placer sexual, sin más pretensiones. Si eso es bien conocido y público llevará a que sea más difícil que algún día pueda tener una pareja estable con ánimo de contraer matrimonio. Es más, cada vez con más frecuencia nos encontramos con ambientes en los que es impensable un matrimonio indisoluble.

Y como lo que importa es pasarlo bien, estar a gusto, descansar al llegar a casa o el fin de semana, pues llenamos el tiempo con series, en muchas ocasiones inmorales, con pornografía, etc.

Y no hay apenas una idea de lo que es inmoral, de lo que es antinatural, o sea lo que es la Ley de Dios. Y en ese ambiente crecen muchos jóvenes, sin una norma de comportamiento y absorbidos, desde pequeños, en todo tipo de procacidades. Nos hemos acostumbrado en nuestra sociedad al puro egoísmo, ajeno totalmente a la ley de Dios y, por lo tanto, al margen de lo que viene después de esta vida.

O sea, hoy se hace el mal y no hay, apenas, conciencia de culpabilidad, deseos de arrepentimiento. Porque es lo que hay en la calle, en los medios de comunicación, en los móviles. Y una sociedad inmoral es una sociedad drásticamente empobrecida.

No son pocos los que viven de ese modo sin conocer casi otra cosa. Sin sentir de algún modo la Ley de Dios, si saber lo que es la gracia, sin saber que existe el sacramento del perdón para conseguir la gracia del arrepentimiento.

 

 

Ángel Cabrero Ugarte