Tribunas

Lo que dice y no dice el Papa

 

 

José Francisco Serrano Oceja


Papa Francisco. (Vatican Media)

 

 

 

 

 

Tenía pensado escribir una columna sobre las polémicas en las que está envuelto el famoso obispo de Minnesota, Robert Barron, un crack de la escena mediática norteamericana.

El asunto inicial fue que una revista publicó un texto del teólogo Massimo Faggioli sobre las influencias del Trumpismo en el catolicismo. Allí relacionaba a Barron con el movimiento político de Trump.

Una amenaza de actuación legal por parte de la organización fundada por Barron, Word on Fire, hizo que la revista retirara el párrafo con esa referencia.

Quien se dedique a la Historia de la Iglesia sabe de la personalidad de Faggioli, discípulo de G. Alberigo, y no sólo historiador del Vaticano II. De hecho Faggioli lleva tiempo escribiendo sobre las corrientes ideológicas del catolicismo norteamericano y sus relaciones episcopales, también las emergentes. Un trabajo que bien pudiera trasladarse a España.

El hecho de que un obispo, Barron, padre sinodal, haya tomado esta decisión con este profesor indica mucho sobre cómo está la situación por allí, sobre qué cuestiones articulan las polémicas internas en la Iglesia y cómo se gestionan.

A partir de este caso se han sucedido intervenciones de apoyo a uno y a otro, se ha hablado incluso del “matonismo” de un obispo.

Por cierto que hubo quien recuperó la historia de la Madre Cabrini, que tuvo sus problemas con el arzobispo de Nueva York de entonces, Michael Corrigan. Y la madre Cabrini es santa. Parecido le ocurrió a Dorothy Day.

A lo que pudiéramos añadir un reciente artículo de Barron sobre su alianza con Bill Maher, un opositor a la Cultura Woke desde el liberalismo más crítico con la religión.

En ésas estaba, digo, cuando se han sucedido en los últimos días una serie de declaraciones del Papa Francisco que tienen al personal ocupado y que están produciendo una riada de textos en la prensa internacional sobre a qué responde lo que dice el papa, si estamos hablando de contradicciones reales o aparentes, a cómo lo dice, por qué lo dice, etc.

Me refiero al proceso, visto en su conjunto, de aquellas iniciales palabras sobre el “no” al diaconado femenino en la televisión, pasando por las del “mariconeo”, los cotilleos de las mujeres, los pantalones de los hombres, la nota del Papa al joven gay al que le pidieron que dejara el Seminario, el prólogo del nuevo libro del jesuita James Martin o, incluso, -para darle un poco de salsa patria- a lo que les dijo recientemente a una de las promociones de sacerdotes de Madrid que, hasta el momento, no se han hecho públicas.

De una forma u otra han entrado en esta cuestión sobre lo que dice el Papa vaticanistas como A. Gagliarducci, John L. Allen, jr., Langone, en Il Foglio, o Antonio Gurrado, de Il Nuevo Sismografo, entre otros varios.

Renuncio a meterme en especulaciones de psicología sobre por qué dice el Papa lo que dice y cómo dice lo que dice.

Tampoco voy a ser quien afirme ni desmienta que todo esto es una operación, campaña, de desprestigio del Papa, sobre manera lo que procede de filtraciones, que tienen como meta el próximo Cónclave, que largo me lo fiáis. Antes llegará y no muy tarde otro consistorio como mínimo, según cuentan por Roma.

Me inclino a pensar que forma parte del marco mental jesuítico del Papa que ahora emerge más directamente. Cuando utilizo la palabra jesuítico no lo hago de forma peyorativa sino enraizando en la forma de proceder de esa tradición moral y pastoral.

Ese marco mental, y esto forma parte de la historia, está referido incluso a propuestas de temáticas en la agenda eclesial de frontera.

Un marco que se asienta en la relación entre los principios y la aplicación en el caso concreto desde el discernimiento. Obediencia a los principios y juicio práctico pastoral de discernimiento en cada caso. Algo que, por otra parte, entiendo hacen todos los días, de una forma u otra, los confesores.

El Papa Francisco está aplicando esta metodología a las cuestiones públicas que, por otra parte, tienen una especial capacidad de atracción de relevancia mediática.

La cuestión es la trasposición de los ámbitos privado al público desde la relación de contraste. Quizá se haya sustituido la paradoja cristiana –De Lubac- por el contraste. Es decir, cómo el Papa ha asumido y entendido y ha hecho suya la teología de Guardini en esta materia.

No habría que descartar la cuestión de este proceso dentro del marco temporal del pontificado, en vísperas del movimiento casi final de Sínodo y en la perspectiva de un nuevo tiempo, el Año Jubilar, que estará más centrado en afirmaciones de la propuesta cristiana de carácter sectorial.

Hay que llegar al 2025 con una carpeta de cuestiones cerradas en el ámbito del debate público, con lo que se están intensificando los procesos de su exposición previa. Es evidente que hay sectores de Iglesia que consideran que ahora es el momento para cambios no epidérmicos sobre temas nada banales.

Tampoco olvidemos los riesgos de una cultura de la espontaneidad, que creo que ya hemos asumido todos.

 

 

José Francisco Serrano Oceja