Tribunas

Trabajar en el Vaticano

 

 

José Francisco Serrano Oceja


El Vaticano en una tarde.

 

 

 

 

 

Hace unos días apareció la noticia de que un empleado del Vaticano había sido pillado in fraganti intentando vender un documento que no era de su propiedad. Un caso inusual, sin duda, que nos retrotraía al personaje aquel, el mayordomo de Benedicto XVI, Paolo Gabriele, que vaya historia.

No hace muchos días escribí en estas páginas sobre el libro de Mary Ann Glendon, “En la corte de tres papas” (Rialp). Tenía señaladas unas páginas sobre las que pensé escribir un día.

Hay en ese interesante volumen una historia que me llamó la atención. Cuenta M. A. Glendon la historia de un monseñor norteamericano, Robert Oliver, que, después de siete años dedicado a la Comisión Pontificia para menores, se enteró por la prensa que no había sido renovado en su puesto.

Sé que no es el único caso de esta naturaleza. En las conversaciones con sus amigos, Robert Oliver le restaba importancia al asunto. Al fin y al cabo sabía que era sacerdote y en el sacerdocio no hay paro. Tenía su puesto de trabajo asegurado como profesor en el Seminario St. John de Boston.

Esta historia motivó que John Allen, editor y periodista católico, escribiera un artículo del que Glendon reproduce, como voy a hacer yo aquí, un párrafo.

Dice el texto:

“Si crees que el principal problema administrativo al que se enfrenta el Vaticano es la división ideología o la corrupción interna, has estado leyendo demasiadas novelas sensacionalistas. Claro que hay casos ocasionales y espectaculares de fraude, decepción, inmoralidad personal y otros, pero el principal problema del día a día –uno tan enraizado en el sistema que, después de un tiempo, las personas ya ni lo notan- es que con mucha frecuencia, al personal de base no se les trata como seres humanos, merecedores de condiciones de trabajo en las que pueda florecer y alcanzar su potencial, sino que se lees ve como engranajes estables dentro de un aparto burocrático”.

Y añade Mary Ann Glendon: “Una manera relativamente sencilla para empezar a cambiar la cultura curial –o por lo menos mejorar las vidas de unos miles de hombres y mujeres- sería asegurar al personal de base “las condiciones de trabajo en las que puedan florecer y alcanzar su potencial”. Ese sería un paso fundamental para llevar a las propias prácticas del Vaticano a conformarse con lo que la Iglesia ha enseñado de manera consciente sobre al dignidad del trabajo en su larga tradición de enseñanzas católicas sociales”.

A este respecto creo que habría que recordar el mensaje de Navidad del Papa Francisco a la Curia del año 2014. El Papa Francisco que, también, ha intentado dignificar las condiciones de trabajo en le Vaticano, incluso con los procesos de regulación normativa.

Bien sabemos de los esfuerzos del papa Francisco por acabar con la cultura clerical, con la mentalidad funcionarial y con otras humanas patologías, también dentro del Vaticano.

 

 

José Francisco Serrano Oceja