Tribunas

Europa se obstina en suicidarse

 

 

Ernesto Juliá


Bebé en el vientre materno.

 

 

 

 

 

He recibido estos días dos noticias que me hubiera alegrado mucho no haberlas leído nunca. Dos manifestaciones bien claras de que en Europa hay mucha gente que ha perdido el rumbo, que parece querer corregir la plana al Creador del Universo, Dios Padre, y manipular a los demás seres humanos a su antojo.

Dos noticias que ponen además de manifiesto hasta donde ha penetrado el relativismo, y con él el subjetivismo, en muchas mentes, y como la noción de Verdad, especialmente en el amplio campo del Moral, ha sido reducida a una concepción de la verdad subjetiva: tú tienes tu verdad y yo la mía. Y al final ninguno de los que así habla tiene nada.

La primera noticia ha sido la siguiente. Parlamentarios de algunos países están tratando de que el parlamento europeo, después de incluir el derecho al aborto dentro de los derechos de las personas, introduzca también el derecho a utilizar embriones humanos en las primeras semanas de su existencia en ensayos farmacéuticos, médicos, etc. Embriones que yacen congelados en diversos laboratorios. ¿La razón?

La ciencia avanza, y ya son un buen número de expertos que reconocen, sin la más mínima duda, al ser humano desde el primer día de la concepción. El embrión no es algo amorfo en espera de una semana, dos semanas, tres semanas. Es ser humano, hombre o mujer, desde el principio de su existencia. ¿Qué pretenden ahora estos parlamentarios? ¿Abortar una vida humana desde su primera célula; y usar la “célula” para “curar” un anciano de cien años? ¿Desde cuándo se mata un ser humano vivo como si fuera un animal cualquiera, para que otro ser humano salga adelante en una enfermedad? ¿Acaso alguna mujer embarazada espera que de ella salga cualquier cosa que no sea un hombre, una mujer?

La segunda noticia. En algunos países del Occidente hay parlamentarios que, hablando de la libertad y de los derechos de niños y niñas, pretenden establecer clases de sexología en la educación primaria, para niños de 3, 5 y 7 años. Detrás de una aberración semejante, está la afirmación –repetida en más una ocasión por ministros/as de algún gobierno-, que los niños no son de sus Padres, que son del Estado, y que al Estado le corresponde la obligación de educar, integralmente, a las criaturas.

No podemos negar que al Estado -pero no exclusivamente- le corresponde organizar todos los medios adecuados para que los ciudadanos cursen los estudios que prefieran, a un buen nivel, y puedan, así, estar preparados para llevar a cabo una buena carrera profesional y organizarse su vida de la forma que prefieran, siempre teniendo en cuenta el no hacer mal a nadie.

Pero ¿no es acaso una de las características más claras de un gobierno dictatorial, el pretender manipular la educación a su gusto y según su único criterio? ¿No es, acaso, una educación sexual de ese tipo, un camino que lleva a manipular a niños y jóvenes y ponerlos al servicio de los vicios sexuales de los mayores? ¿No es una pederastia camuflada?

Los católicos sabemos muy bien que la educación humana y espiritual de las personas es misión exclusiva de la Familia, y de quienes la Familia considere oportuno encargarlo. El derecho de los padres a educar, y más moralmente, a sus criaturas me atrevería a incluirlo no solo entre los derechos, sino también entre los encargos recibidos de Dios, que en el Sexto Mandamiento enseña a los padres el camino para que la felicidad de sus hijos pase por un recto orden de las facultades sexuales de su cuerpo.

 

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com