Tribunas

¿Sínodo? ¿Simposio?

 

 

Ernesto Juliá


Los participantes en la asamblea del Sínodo de los Obispos
se reúnen en el Aula de Audiencias Pablo VI del Vaticano
antes de la primera sesión de trabajo de la asamblea del
Sínodo de los Obispos el 4 de octubre de 2023.

(Foto CNS/Lola Gomez)

 

 

 

 

 

Pronto comenzarán los trabajos del Sínodo en Roma y nos podemos preguntar: ¿serán las últimas sesiones o seguiremos tratando de descubrir qué sentido, y significado, tiene la palabra sinodalidad? ¿Es un Sínodo o un simposio?

Quizá para ayudarnos a situarnos y pensar honestamente en estos momentos de desbarajuste intelectual en los planos natural y sobrenatural que también se padece de algún modo en la Iglesia, quizá nos pueden servir unas palabras del cardenal Müller, que vuelve a hablar claro a propósito de lo que, en realidad, es este sínodo.

En una entrevista reciente, y respondiendo a la pregunta de con que sensaciones había salido de la sesión del Sínodo del octubre pasado, respondió:

“Podría haber sido peor. Pero muchos de los participantes en este sínodo, que se ha convertido más bien en un simposio teológico-pastoral debido al nombramiento de no obispos, (el subrayado es mío) no tienen clara la naturaleza, misión y constitución de la Iglesia católica”.

Y a propósito de otra pregunta, añade:

“Ya he explicado que, o bien hay un Sínodo de los Obispos como institución de la colegialidad de todos los obispos con y bajo el Romano Pontífice, o bien se trata de un simposio con participantes de todo el pueblo de Dios para intercambiar puntos de vista sobre cuestiones apremiantes y desafíos actuales, para consultar y también para hacer propuestas” (el subrayado es mío).

Tratando de explicar la realidad de este sínodo, el Instrumentum Laboris, en el n. 3, señala: “La sinodalidad está arraigada en esta visión dinámica del Pueblo de Dios con vocación universal a la santidad y a la misión, en peregrinación hacia el Padre, siguiendo las huellas de Jesucristo animado por el Espíritu Santo. En los diferentes contextos en los que vive y camina, este Pueblo de Dios sinodal y misionero proclama y da testimonio de la Buena Nueva de la salvación; caminando junto a todos los pueblos de la tierra, con sus culturas y sus religiones, dialoga con ellos y los acompaña”.

Y añade un poco más adelante, haciendo referencia a las reacciones de las personas que participan en las reuniones:

“Estas voces han expresado la gratitud por el camino recorrido, por los esfuerzos que a veces requiere, pero sobre todo al deseo de avanzar. Así se expresa una Conferencia Episcopal de América del Norte: «La gratitud por el camino sinodal es profunda [...]. Siguen existiendo tensiones, que requerirán seguir una línea de reflexión y diálogo, inspirándose en la idea de cultura del encuentro propuesta por el Papa Francisco. Pero estas tensiones no rompen la comunión de la caridad en la Iglesia». También nos recuerdan que aún queda mucho camino por recorrer”. (Instrumentum laboris, 2024, pág. 5).

Sin duda alguna queda todavía “mucho camino por recorrer”, también para aclarar qué es la “sinodalidad”, qué es la “cultura del encuentro”, y hacia dónde tiene la Iglesia que avanzar.

¿Podemos pensar que estas reuniones dejan ya de ser un Sínodo en el que los Obispos, con el Papa, profundizan la enseñanza y la vida de Cristo, en el camino abierto por la Tradición de la Iglesia y se convierta, de hecho, en una reunión de gente, también algunos no católicos, no cristianos, en la que cada uno puede expresar lo que parezca oportuno que viva la Iglesia de Cristo?

En todo el texto del Instrumentum laboris no se nombra la palabra Pecado, nada se dice de la Pasión y Muerte de Cristo, Dios y hombre verdadero, para redimir el Pecado; no se habla del Juicio final, Universal y personal, etc. Y, por supuesto, tampoco se hace mención de la indicación de Cristo a sus Apóstoles: “Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñadles a guardar todo cuanto os he mandado” (Mt 28, 18-19); “Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado se salvará; pero el que no crea se condenará” (Mc. 16, 15-16).

La Iglesia fundada por Jesucristo ha caminado a lo largo de dos mil años y ha llevado a cabo una misión muy clara: anunciar la venida a la tierra de Dios hecho hombre en la Persona de Jesucristo; anunciar la Redención del Pecado por Su Pasión, Muerte y Resurrección; anunciar la unión que Él quiere vivir con los seres humanos, y anunciando el camino que el mismo Cristo señaló para que esa unión fuera una realidad: los Sacramentos. Y anunciando siempre la existencia del Juicio y de la Vida Eterna: Muerte, Juicio, Infierno y Gloria.

¿Tiene razón Müller cuando responde a la última pregunta de la entrevista con estas palabras?:

“Sinodalidad es un término abstracto creado artificialmente y una palabra de moda que se basa en la concreción del sínodo, a saber, la asamblea regional o general de obispos católicos que ejercen su oficio docente y pastoral con el Papa, pero que paradójicamente adquiere su fascinación por la negación de la constitución jerárquico-sacramental”.

Y termina con estas palabras:

“En modo alguno es lo sinodal un nuevo atributo de la Iglesia o incluso la palabra clave para otra Iglesia que surge de la fantasía secularizada de los protagonistas de una religión universal unificada sin Dios, sin Cristo, sin los dogmas y sacramentos de la Fe católica”.

¿Sínodo o simposio?

 

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com