De Libros
Cómo y por qué se ha radicalizado la vida política española
Ramón González Férriz analiza el fracaso de su generación que ha sido incapaz de hacer una propuesta de nueva política
José Francisco Serrano Oceja | 23/09/24
- El fracaso reciente de una forma política
- Nueva generación de tecnócratas
- “Política posicional”
- Los efectos del movimiento de los indignados
- Encuentro entre socialdemócratas y conservadores
- Era de enorme polarización
- La generación de jóvenes con vocación pública
¿Por qué escribir sobre un libro del que todo el mundo habla, -políticos, periodistas, economistas, académicos-, en las últimas semanas en Madrid y no tiene nada que ver con la propuesta cristiana?
Principalmente porque vivimos en sociedad y nada de lo humano nos es ajeno.
Menos todavía lo que pase que tenga repercusión sobre la configuración del ethos social, es decir, sobre las referencias éticas de la construcción de la convivencia en un momento de profundo cambio social.
El fracaso reciente de una forma política
Ya de por sí es significativo que, en este libro, en el que se habla del fracaso reciente de una forma política, de una generación de jóvenes políticos e intelectuales, la Iglesia no se cite, ni una sola vez, como un interlocutor social.
Lo peor, probablemente, que puede pasarle a la Iglesia como institución, como actor social en España, no es que se convierta en el objeto de las diatribas de determinadas fuerzas políticas. Es que caiga en la más evidente irrelevancia. Es decir, que se considere que la Iglesia no tiene nada que decirle a la sociedad y a la política española.
"Nueva generación de tecnócratas"
Ramón González Férriz es un ya no tan joven periodista, editor y gestor cultural. Pertenece una generación que ha estado ligada a la política en los ámbitos del asesoramiento, de la ocupación de cargos técnicos.
Ahora escribe en varios medios digitales, después de haber dirigido el extinto semanario “Ahora”. Representa por tanto a la nueva generación de tecnócratas de la cuestión pública.
“Política posicional”
En este libro hace memoria del fracaso de su generación, que ha sido incapaz de hacer una propuesta de nueva política que supere la denominada “política posicional”, esa forma de hacer política en la que se huye de toda posibilidad de coincidencia con el otro, con el adversario, y que está instalada en el ataque sistemático.
Política que mezcla el desconocimiento y la propaganda, de la política que levanta muros, que polariza, que sólo gobierna para los suyos.
Los efectos del movimiento de los indignados
A partir de 2011, con los efectos del movimiento de los indignados y la aparición de Podemos en el escenario, se produjo un cambio en el tablero de la política española.
Un cambio que se consolidó con la emergencia de Ciudadanos. Todo esto ocurría antes de que naciera VOX, como efecto del Procés, entre otros factores.
Desde 2012 un grupo de jóvenes con vocación intelectual se juntaban con frecuencia para hablar de la necesidad de iniciar un nuevo proceso de Transición en la democracia española.
No un proceso que, en contra de lo que proponía Podemos, rompiera con lo anterior sino que partiera de la experiencia de los años de progreso para seguir avanzando.
Encuentro entre socialdemócratas y conservadores
La orientación del grupo era la de un encuentro entre la socialdemocracia clásica y nueva y el pensamiento liberal, de centro y conservador.
Publicaciones emergentes en es momento, nombres como Sandra León, Víctor Lapuente, Kiko Llaneras, Pedro Herrero, Jordi Pérez Colomé, Daniel Gascón, Aurora Nacarino-Brabo, entre otros, representaban a esa generación.
Su idea era tecnificar la política, la obsesión por lo que se denomina las “policies”, es decir, las medidas políticas de carácter técnico que hicieran avanzar al educación, la sociedad, la legislación laboral, la gestión de la administración.
Una generación que era consciente de su formación humanística, de su preparación y que ya marcaba la opinión en los medios españoles. Una generación transversal.
Era de enorme polarización
Pues bien, esa generación se fue al traste, se polarizó, se fragmentó. “No habíamos entendido que los elementos irracionales, polarizantes y afectivos tenían un peso mucho mayor de lo que habíamos pensado, o que lo iban a tener a partir de entonces. (…) Empezaba a estar claro que entrábamos en una era de enorme polarización que iba a dejar eso en un segundo plano y que la política estaría más dominada por elementos identitarios y tribales que por visiones contrapuestas de problemas como la pobreza, la educación o la viabilidad de las pensiones”, señala nuestro autor.
La comunicación política iba a ser más relevante que las políticas basadas en datos.
¿Qué fue lo que detonó le proceso? La decisión de Pedro Sánchez de formar gobierno con los partidos independentistas y con Podemos. Y las consecuencias políticas de esa decisión.
La generación de jóvenes con vocación pública
A partir de ese momento, una generación de jóvenes con vocación a la vida pública se frustró porque no percibieron el proceso de radicalización, también ideológica, que se imponía.
A partir de ahí se rompieron relaciones, amistades, posibilidad de encuentros…
Y una generación que estaba llamada a ejercer la más noble vocación en la vida pública, el servicio a la caridad política, se replegó sobre sí misma y se fue a la vida profesional del sector privado.
¿Acaso este proceso no interpela a la conciencia cristiana? ¿Acaso no tiene nada que decirnos sobre cómo es nuestra política y cómo son nuestros políticos? ¿Acaso no hay que ofrecer una respuesta desde la experiencia cristiana en la Iglesia a esta situación?
Ustedes dirán.
Ramón González Férriz,
La ruptura. El fracaso de una (re)generación.
EnDebate.