Tribunas
08/01/2025
Escuchar, comprender, perdonar
Alberto García Chavida
Confesión.
Hace algún tiempo, me encontraba en una terraza singular de la inigualable Piazza Navona. En la mesa de al lado un matrimonio joven hacía lo imposible por controlar a su hijo, que no paraba quieto. Pasaba el camarero con la bandeja llena de capuccini, el niño se agitó, y la bandeja voló por el aire. Consternación entre la gente. La madre sonrió y dijo: “No lo ha hecho a propósito”.
Cuántas veces hemos oído aquello de que el amor es ciego. Es ciego, pero no es sordo. Una buena relación, ya sea de amistad, de amor, siempre comienza por saber escuchar. No es simplemente oír, es mucho más. Y son palabras de la Sagrada Escritura las que nos dicen: “cuando escuches alegrías, regocíjate; cuando escuchas tristezas, reflexiona”.
La escucha lleva de la mano a la comprensión, a ponernos en el lugar del otro. No podemos escuchar como el que oye llover. Eso sería tanto como meter el corazón en una cámara frigorífica. Una manifestación clara de la amistad es la comprensión, la disculpa.
Los amigos nos ayudan a comprender maneras de ver la vida diferentes. Eso supone un enriquecimiento para nosotros, nos quitan la miopía con la que veces vemos las cosas. Cada uno es como es. Si todos fuésemos del Real Madrid, fanáticos de U 2, y votásemos al mismo partido político, esto sería un rollo. Comprender a los demás es reconocerles y afirmarles cómo son. Y esto se aplica muy claramente en el matrimonio: “Quieres a tu mujer con sus defectos” preguntaba San Josemaría. Y concluía, “pues si no, no la quieres”.
Y después de la escucha y la comprensión, viene el perdón. Porque todos cometemos errores y maldades. Y el que esté sin pecado, que tire la primera piedra. Si nos quedamos anclados en resentimientos y amarguras, no solo perdemos a los amigos, nos perdemos a nosotros mismos. El querer afirmar nuestro yo, por encima de todo, y no dar nuestro brazo a torcer. Si queremos construir amistades profundas, no podemos olvidar de esa gran capacidad que tenemos que potenciar: saber perdonar.
Me disponía a comenzar un rato de oración. Las palabras iniciales del sacerdote decían: “Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me miras, que me oyes, que me escuchas...” Aquello me golpeó profundamente, que el Señor me escuche a mí, me pareció algo grandioso. Es tanto como una declaración de amistad. Y es que un amigo es eso: alguien que sabe todo sobre ti y, a pesar de todo, sigue siendo tu amigo.
Escuchar, comprender, perdonar. Tres fases en la construcción de una auténtica relación.