Tribunas

Año Santo: un año para vivir la Fe. I

 

 

Ernesto Juliá


Catecismo de la Iglesia Católica.

 

 

 

 

 

“Ante la creciente confusión en la enseñanza de la doctrina de la fe, muchos obispos, sacerdotes, religiosos y laicos de la Iglesia Católica, me han pedido dar testimonio público de la verdad de la Revelación”.

Con estas palabras, el cardenal Müller comienza su Declaración de Fe, hace ahora unos seis años. Y a renglón seguido, añade:

“Hoy en día, muchos cristianos ya no son conscientes ni siquiera de las enseñanzas básicas de la Fe, por lo que existe un peligro creciente de apartarse del camino que lleva a la vida eterna. Pero sigue siendo tarea propia de la Iglesia conducir a las personas a Jesucristo, luz de las naciones”.

Y termina la introducción señalando la fuente en la que va a apoyar todos sus razonamientos: “En esta situación se plantea la cuestión de la orientación. Según Juan Pablo II, el Catecismo de la Iglesia Católica es una “norma segura para la doctrina de la Fe. Fue escrito con el objetivo de fortalecer a los hermanos y hermanas en la Fe, cuya fe es ampliamente cuestionada por la “dictadura del relativismo”.

La Declaración de Fe quiere ayudar a todos los creyentes para que no caigan en esa “dictadura del relativismo” que llega a afirmar “que todo vale, si a uno le va bien”, y lo deja encerrado en un globo que acaba ahogándolo, destruido por su propio subjetivismo.

 

El texto de la Declaración está dividido en cinco apartados:

  1. Dios Uno y Trino, revelado en Jesucristo.
  2. La Iglesia.
  3. El Orden Sacramental.
  4. La Ley Moral.
  5. La Vida Eterna.

 

1.-Dios Uno y Trino revelado en Jesucristo.

La idea de Dios que una gran multitud de hombres y de mujeres guardan en su mente y en su corazón, tiene muy poco en común con este Dios Uno y Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que nos ha revelado Jesucristo. En muchas cabezas la idea de Dios es abstracta, una nube, algo muy deletéreo, que no llega siquiera a ser persona. Es un algo, no un Alguien. En otras, es un “cierto poder”, sin rostro, al que de alguna manera conviene calmar, para que esté tranquilo y no haga daño.

Alguien ha comentado que todas las religiones son un camino para llegar a Dios. Porque Dios es Dios para todos. Sólo hay un Dios, y nosotros, nuestras religiones son lenguas, caminos para llegar a Dios.

NO. El único Dios es el revelado por Jesucristo. “La personificación de la Fe de todos los cristianos se encuentra en la confesión de la Santísima Trinidad. Nos hemos convertido en discípulos de Jesús, hijos y amigos de Dios por el bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La diferencia de las tres personas en la unidad divina (254) marca una diferencia fundamental con respecto a otras religiones en la creencia en Dios y en la imagen del hombre”.

Consciente el cardenal de que hoy es también necesario afirmar con claridad que Jesucristo es Dios y hombre verdadero; añade:

“En la confesión a Jesucristo los espíritus se dividen. Él es verdadero Dios y verdadero hombre, engendrado según su naturaleza humana por el Espíritu Santo y nacido de la Virgen María. El Verbo hecho carne, el Hijo de Dios, es el único redentor del mundo (679) y el único mediador entre Dios y los hombres (846). En consecuencia, la Primera Carta de san Juan describe como anticristo al que niega su divinidad (1 Juan, 2, 22), ya que Jesucristo, el Hijo de Dios, es desde la eternidad un ser con Dios, su Padre (663)” (continuará).

(los números entre paréntesis corresponden al Catecismo de la Iglesia Católica)

 

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com