Tribunas

¿A dónde va el Nuncio Auza?

 

 

José Francisco Serrano Oceja


Mons. Bernardito Cleopas Auza,

 

 

 

 

 

 

Una vez que se hizo público el nuevo destino de monseñor Bernardito Cleopas Auza, hasta ahora Nuncio Apostólico en España y en Andorra, asistimos a lo que denominaría una situación entre “estado de quejas y agravios” o, de otra forma, “lo que pude haber dicho antes y digo ahora”, como si fueran aquellos cuadernos de la revolución francesa.

Que si don Bernardito llegó con todos los avales y defraudó, pero, ¿a quién defraudó? ¿Al Papa, a la Secretaría de Estado, a los fieles, a determinados eclesiásticos porque no se convertía en una terminal de sus pretensiones?

Que si no hay que hacer sangre ahora con este nombramiento cuando se lleva haciendo sangre desde hace años; que si su forma de actuar era demasiado suelta, es decir, libre; que si tenía quien le defendía acérrimamente …

Don Bernardito ha experimentado la idiosincrasia de una Iglesia en España que está sometida a lo que pudiéramos denominar la tensión del deseo. Un deseo que se sustancia en un proyecto que, en no pocas ocasiones, se quiere imponer contra la realidad, claro, de forma reduccionista.

¿De verdad que el problema de la Iglesia en España es un problema de obispos que se niegan a llevar adelante el pontificado del Papa Francisco? ¿El problema del Nuncio era que se supone que se oponía a candidatos con perfil supuestamente “francisquista” para aupar otros perfiles? ¿Después de doce años? ¿Alguien me puede decir qué obispos son esos que se oponen al Papa y por qué se dice eso de esos obispos? ¿Los que señalamos los medios de comunicación? ¿Qué es un perfil “francisquista” y qué no lo es?

¿No se estará utilizado este modelo, demasiado influido por el marco mental norteamericano, para que pasen inadvertidos determinados procesos? ¿No será que, en un momento de profundo cambio social y cultural, padecemos una carencia de propuesta pensada y expresada más allá de la repetición de tópicos al uso? ¿Qué hubiera pasado en la Iglesia en España si no hubiera existido “el relato Papa Francisco”? ¿En un momento en el que de lo que se habla es de sinodalidad, de Asambleas eclesiales, no sobran personalismos y falta sentido efectivo de comunión?

Algo de esto, o todo esto, se ha conjugado en torno al Nuncio y a las versiones interpretativas de su trabajo y de su salida.

Voy a poner un ejemplo de los días pasados. Tuve la oportunidad de participar en una jornada en la Pontificia Universidad Comillas. De lo que allí se habló saqué una conclusión clara, compartida por no pocos de los asistentes. Existe una falta real de espacio/s de diálogo entre las diversas formas de analizar la situación de la Iglesia en el conjunto de la sociedad, incluso de entender este pontificado.

Entro ya en lo que responde al titular de esta columna. ¿A dónde va don Bernardito? Pues al centro de una Europa que no deja de lanzar, en las últimas horas, mensajes de rearmes, noticias sobre que si los ciudadanos tenemos que ir preparando el kit de la guerra, algo sólo imaginado en las películas de distopías futuristas.

Con la misión de la paz, -no en vano si hay un actor mundial que se opone al rearme y a la guerra es la Iglesia, con un Papa que habla más con el silencio que con la palabra, monseñor Auza es destinado al corazón de un actor internacional poliédrico, que pasa por una de sus más importantes crisis históricas y que ha sido obligado a reconfigurarse.

Entiendo que hay una perspectiva de destino del Nuncio poco alentadora, por ausente, la del trabajo al servicio de una iglesia nacional. Sin embargo hay otra que ilusiona, la de la presencia en el ámbito de decisiones políticas que afectan a 448 millones de personas.

El nombramiento se ha hecho después de la repentina muerte del anterior Nuncio, Monseñor Noël Treanor, que murió de un ataque al corazón. Monseñor Treanor, de 73 años, había sido nombrado representante pontificio ante la Unión Europea por el Papa Francisco en noviembre de 2022 y había sucedido a Mons. Aldo Giordano, fallecido a causa del COVID.

Por primera vez se nombra a un diplomático no europeo al frente de la Nunciatura en la Unión Europea. Y lo hacen, entiendo, por su conocimiento de las relaciones internacionales y su experiencia en la diplomacia vaticana.

No será menor su tarea de ser la voz de la Iglesia en la construcción de una Europa basada en los valores cristianos, la dignidad humana, la solidaridad y la paz, en un momento en el que lo único que parece unir a Europa es la amenaza de una guerra.

Pues no queda más que desear suerte al señor Nuncio.

 

 

José Francisco Serrano Oceja