Tribunas
03/04/2025
Dejar a don Luis Argüello ser don Luis Argüello
José Francisco Serrano Oceja
Mons. Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal Española.
Don Luis Argüello fue elegido Presidente de la Conferencia Episcopal el 5 de marzo de 2024. Por lo tanto ha pronunciado dos discursos inaugurales de Asambleas Plenarias, el 18 de noviembre de 2024 y éste pasado lunes, 31 de marzo de 2025.
Las ideas tienen sus consecuencias y la intención se manifiesta en los actos, también en los lingüísticos. La semiótica, Austin, Searle, nos enseñó aquello de hacer cosas con palabras.
Sabemos qué piensa don Luis como Presidente de la Conferencia Episcopal Española de forma global, no fragmentaria en las ideas de su red X o en las declaraciones esporádicas, por sus discursos inaugurales. Quizá más por lo que dice que por lo que hace, al ser la Conferencia un organismo colegiado en el que las decisiones con repercusiones fácticas nacen de consensos colegiados.
No sé si es cierto o no que, a la hora de diseñar el discurso inaugural, hay entre los miembros de determinados órganos colegiados un intercambio de pareceres previo a que el Presidente redacte el discurso. O si esto se hace en la misma dinámica de las reuniones de los órganos colegiados con los temas que se van abordando.
Me ha parecido interesante comparar los dos discursos que hasta el presente ha pronunciado monseñor Argüello y comprobar los vectores de su pensamiento.
Entre otras razones porque quizá estos vectores sean la aportación más original que este arzobispo está haciendo a la presencia de la Iglesia en la sociedad.
Esto al margen de la repercusión mediática que tengan sus discursos, que cada vez es, en fin, qué quiere que les diga…
Un Presidente de la Conferencia Episcopal que sigue siendo una sorpresa, que genera uno de los más altos grados de consenso en torno a sí que se hayan visto en los últimos tiempos en la Presidencia de la CEE y que también da la impresión de que es objeto de un seguimiento de cerca, de un marcaje, que no sé hasta qué punto limita su expresión pública o influye en la forma expresiva y en la sistemática de esa expresión.
El discurso de esta semana, respecto del anterior, se ha vuelto más eclesial y más teológico, no sólo en los temas apuntados sino en la ubicación en el discurso y en el espacio que se dedica a esos temas.
El anterior arrancó con una fuerte presencia de cuestiones sociales, que se repiten en éste: demografía, migraciones, y en el anterior, vivienda.
El gran “cantus firmus” de fondo de su parlamento es una idea del Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa, una temática muy propia de don Luis: la relación entre antropología, economía y política frente a los procesos de fragmentación y de reducción de esta tríada que conforman el sustrato de la propuesta social cristiana.
Tríada que estaba presente en un documento, también citado ahora, que es de factoría Argüello, en su época de secretario general, “El Dios fiel mantiene su alianza”.
Esta tríada es una de las claves de reformulación del pensamiento cristiano. Vendría a ser, perfectamente, como el plan de trabajo sobre el que construir una propuesta en la conversación pública.
Me parece además que es la base para un buen plan de formación de la conciencia cristiana, en particular de los laicos en orden a su presencia en la vida pública.
La novedad en este discurso está en la propuesta del concepto de alianza, que toma de la bula del Jubileo presente, y que aplica a la cuestión de la demografía, con una propuesta original que no ha desarrollado del todo en este discurso, vendría a ser la de los famosos Estados Generales de la Demografía que tienen en Italia.
Otro de los leit motiv de la propuesta de don Luis es lo referido a la vocación –tema repetido en ambos-, que sería como el eje sobre el que articular el desarrollo de la otra dimensión de formación en la fe, la interna.
En este sentido, una vez celebrado el famoso Congreso de vocaciones, me pregunto, una vez leídas las ponencias que allí se pronunciaron, si quien debiera haber sido ponente marco en ese congreso no era monseñor Argüello.
Me resultan curiosas las citas a pie de página de sus discursos, una forma de leer los textos y las tesis doctorales.
En este caso dos significativas, una de Z. Bauman en un libro cuyo coordinador es Santiago Alba Rico. Toma ya. Uno de los maestros de Pablo Iglesias, un marxista libre al que le encanta discutir con Juan Manuel de Prada. Como para que haya quien le quiera dar lecciones a monseñor Argüello de progresismo, también eclesial.
Y la otra de un referente del análisis socialdemócrata de las relaciones internacionales, Sami Naïr, que bueno.
Se podría decir que don Luis está empezando en su misión de presidente de la Conferencia Episcopal en medio de un mar revuelto externo e interno y con demasiados ojos que le miran de cerca.
Quizá haya que dejar a don Luis ser don Luis para que se configure un futuro más allá de tópicos al uso y que pueda ser más explícito en sacar las concusiones, es cierto que con base prudencial de juicio.
Ah y me ha encantado lo referido al domingo y a la celebración eucarística y a lo que hace una comunidad cristiana en la España vaciada. Pero esta es otra historia como diocesano de algo más que de fin de semana de don Luis.
José Francisco Serrano Oceja