Tribunas
24/04/2025
Testimonios alegres
Alberto García Chavida
Rubén fue un profesor, uno de esos que conocía la gente, se metía con los alumnos, eran sus amigos y él de ellos. Por eso siempre lo buscaban, porque no solo era el profesor, sino que también tenía la comprensión para ayudar, compartir, dar un buen consejo y sobre todo corregir.
Aunque exigente y estricto, sus clases siempre eran divertidas. Sus alumnos recuerdan que durante mucho tiempo cada clase iniciaba con un gesto fuerte diciendo “el que sabe sabe y el que no... se condena”, y luego empezaba. Nunca dejó de sonreír. En todas las fotos, aparece con un rostro amable, sonriente, alegre. Siempre tenía una cara amable. A su muerte, William, uno de sus mil y tantos amigos en una red social, comentó: “Te fuiste muy pronto Rubencho, aún quedaban muchas cervezas por destapar. Disfruta del Cielo e intercede por nosotros”.
Alegres también en el sufrimiento. Conocí a Manu, joven universitario, hace solo unos meses, melenas al viento, aire despreocupado, con ganas de formarse, se preparaba para recibir el Bautismo. A finales de año, su madre enfermó gravemente y, ya en la UCI, sus padres contrajeron matrimonio. Pocos días después, su madre falleció. Dentro del profundo sufrimiento, jamás le vi triste. Continuó su preparación para recibir los sacramentos de la iniciación cristiana en la vigilia pascual. Y allí estaba en la Catedral, muy elegante, con el pelo recogido en una discreta coleta y eso sí, se había preparado con un exigente ayuno de jueves, viernes y sábado santo.
Y después, celebración con su peña de amigos, en una hamburguesería, lo único que estaba abierto a esas horas. Por cierto, su padrino de bautismo era su hermano Luis, bautizado en el 2022, y que le había acompañado en su régimen de ayuno los tres días.
Y si faltan las cosas, o echamos de menos a alguien, o ha fallado el plan previsto, ya sabes: como no se puede lo que se quiere, hay que querer lo que se puede.
Si alguna vez te falta la alegría, ya sabes el remedio: haz oración. Y un poco de examen también te ayudará: “Corta de una vez, aunque duela, ese detalle que estorba, y que Dios y tú conocéis bien” (San Josemaría).