Tribunas
05/05/2025
En la muerte de un Papa
Ernesto Juliá
Días como los que nos ha tocado vivir recientemente forman parte del desarrollo de la encarnación de Cristo en su Iglesia. Injertando Su Eternidad en el tiempo humano, la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, camina paso a paso hacia la consumación de los siglos.
Como en los primeros tiempos, cuando el primer Papa estaba encarcelado, y con posibilidad de ser condenado a muerte, la Iglesia, unidos los corazones de los creyentes, rezaba a Dios por Pedro. Y Pedro fue liberado, y continuó su labor de dar testimonios de su Fe en la Resurrección de Cristo, por nuevas tierras, hasta Roma. Así hemos de clamar al Señor para que, una vez más, cuide de su Iglesia y envíe un Papa que viva el mandato de Cristo a Pedro: “Yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos” (Lc 22, 32).
En estos momentos surgen comentarios de lo más variados sobre el Papa que nos ha dejado y sobre el Papa que será elegido. Cábalas de todo tipo, algunas de las cuales sin ningún fundamento. Hablar de Papas “progresistas”, “conservadores”, “modernos”, “anticuados”, de “derechas”, de “izquierdas”, etc., no tiene el más mínimo sentido. El cardenal Müller lo recuerda con palabras claras: “Los periodistas secularizados tienen que aprender que las categorías que ellos siempre aplican a la Iglesia –conservador, progresista, izquierda, derecha- son absolutamente falsas. No piensan nunca en categorías de revelación, de la voluntad de Dios, de la sacramentalidad de la Iglesia”.
El espíritu de la Iglesia está bien asentado en las palabras de Cristo – “el Camino, la Verdad y la Vida”-, que son “palabras de vida eterna”-, y en la tradición del Magisterio secular. Palabras que son la Verdad; y la Verdad ha echado raíces, y seguirá echándolas, en todos los tiempos; y desarrolla su riqueza con una perspectiva que no se agosta en la temporalidad de los pensamientos humanos.
En la comprensión de esa Palabra los hombres pasaremos nuestra vida sin alcanzar nunca la plenitud de entender su riqueza: viviremos siempre aprendiendo y descubriendo el Amor que Dios Hijo y Espíritu Santo, nos manifiesta en Jesucristo, Dios y hombre verdadero.
Y estamos aprendiendo todos, desde el Papa, sea quien sea, hasta el último bautizado. Por eso el cardenal Müller puede escribir: “El Papa tiene que ser fiel al magisterio más alto de la Iglesia”.
¿Qué espera la Iglesia de nosotros en días como estos?
Espera que clamemos a Dios por eterno descanso del Papa fallecido, y que elevemos nuestros corazones a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, para que acompañe al nuevo Papa y pueda vivir muy unido a Cristo y llevar a cabo la misión que Cristo le señala: “Confirmar a tus hermanos”.
Estos son días en los que también hemos de rezar para que todos los que, por la gracia de Dios formamos parte de esta familia humana y divina que es la Iglesia, seamos conscientes de que el Señor nos envía a dar a conocer en toda su plenitud de Fe y de Moral, su Nombre, sus Palabras, su Iglesia por todos los caminos de la tierra y hasta el final de los tiempos, que llegará, sin corregir las palabras de Cristo, ni la milenaria enseñanza de la Iglesia.
En estos tiempos en los que han comenzado a crecer, en no pocos países, el número de adultos, hombres y mujeres, que piden recibir el sacramento del Bautismo, no podemos caer en el error de querer acomodar la Fe y la Moral que nos anunció Cristo, a las banales veleidades de quienes –por desgracia también dentro de la Iglesia- quieren acomodarse al “espíritu de los tiempos”.
Y como en toda familia, la Madre juega su papel: Francisco ha querido ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor. La Virgen María, madre de la Iglesia nos acompaña en la petición por el eterno descanso del Papa Francisco, y por la fidelidad de la Fe y a la Moral de Cristo y del Magisterio milenario de la Iglesia, del Papa que será elegido en el inmediato Conclave.
Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com