Tribunas

Geopolítica y geodoctrina en el Cónclave (y II)

 

 

José Francisco Serrano Oceja


Cardenal Pietro Parolin.

 

 

 

 

Parece que en las Congregaciones Generales, que hoy lunes concluyen, los cardenales han hablado con mucha claridad. Se ha producido, o se ha agudizado, una división evidente entre quienes quieren pasar página, aún salvando lo real del pontificado del Papa Francisco, y los que quiere partir de ese pontificado, en no pocas ocasiones acríticamente, para seguir adelante y dar pasos doctrinales incluso.

Pongamos como ejemplo la sinodalidad. Unos piden clarificación en contexto histórico-doctrinal-teológico-canónico. Otros aprovechar el tirón para ir hacia delante.

No creo que ninguno de los muy implicados en la sinodalidad puede aglutinar los votos necesarios. La sinodalidad sigue siendo un concepto polisémico.

La clave estaría en el Concilio Vaticano II, en el que ninguno de los presentes participó, por cierto. Pensemos en un cardenal que tenga una especial relación con el Vaticano II, por estudios, escritos…

En esta tensión interna, por no decir dialéctica, los cardenales no electores, de una forma mayoritaria, han apostado por un papa que contribuya a regular algunas cuestiones del pontificado anterior.

Vamos a ver, en un futuro, y como criterio de elección, qué papel juega la Teología y el Derecho Canónico en la persona del electo.

Se cuenta que hasta muy avanzadas las reuniones no se han empezado a escuchar de forma mayoritaria a los más jóvenes, que por cierto pueden dar una sorpresa. Entiendo por los más jóvenes no sólo los que lo son por edad biológica sino por edad cardenalicia.

Hay que darle la razón al Papa Francisco cuando dijo, desde el principio, que lo suyo era abrir procesos.

No sólo leyendo la prensa italiana podemos imaginar que el cardenal Pietro Parolin entra en el Cónclave con un buen número de papeletas. Esto significaría que si tenemos Papa a la altura de mediados o finales del jueves, lo más probable es que fuera Parolin. Si no, las cosas podrían complicarse y pasamos a una segunda fila en las listas de cardenales.

Como lleguemos al sábado por la mañana sin fumata blanca, la sorpresa puede ser considerable mayúscula. Los cardenales tendrán que decidir, en el caso de no acuerdo o bloqueo, si votar con el tiempo de la Iglesia o con el del mundo.

Cada vez más me siguen sorprendiendo las listas de cardenales papables. ¿Cuál es la base real de esas listas? No siempre la información de reuniones cardenalicias, que existen por todas las coordenadas del universo romano, sino la estrategia de introducir nombres para que suenen y para que se hable de ellos en la opinión pública.

En ocasiones no por la posibilidad real que tenga la persona, sino por lo que esta persona representa como grupo o tendencia. Por lo tanto, son nombres usados para introducir tendencias o para asentarlas.

Lo que no acabo de contrastar es la influencia de estas listas en los cardenales electores, que al final son los que votan. Sí influyen en la opinión pública y en las audiencias. Aquí se puede producir una especie de distanciamiento o distorsión entre las audiencias de los medios, centradas en nombres propuestos por los medios que consumen, los suyos, los de su tendencia, y lo que de verdad saben, hacen y votan los cardenales. Distorsión y distancia que, sin duda, agudiza la polarización y esa tensión eclesial, junto con la fatiga, de la que tantas veces se ha hablado.

Otra cuestión son las campañas de desprestigio, que, en estas horas, están en plena ebullición. El primer destinatario de esas campañas está siendo el cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin. Premio Nobel de bulos, fakes news, acusaciones referidas incluso a su vida privada. Relevante candidato por tanto. Tagle no se escapa de este proceso.

La cuestión que hay que plantearse es si Parolin, que aglutina los votos de quienes quieren un italiano, recoge también algunos de aquellos cardenales no italianos que fueren creados por el Papa Francisco.

Lo que tengo comprobado estos días es que el cardenal Parolin no es del agrado de, digamos, los más conservadores, que quieren borrón y cuenta nueva, ni de los más francisquistas de los francisquistas, de quienes se podría decir que son más papistas que el papa, y que no se fían del todo de Parolin.

Curiosamente echo de menos al jesuita González Faus que hubiera escrito estos días, analizando la prensa mundial también, sobre aquello de lo que habló tantas veces, de la papolatría.

Dicho lo cual, algunas pinceladas que sinteticen lo que ha pasado en estas últimas horas.

La intervención del cardenal Müller dejó a más de uno con la boca abierta. No se trata de meter miedo, se trata de que los cardenales piensen que lo que dice el que fuera prefecto de Doctrina de la fe no sólo lo piensa él. Está en el cuerpo de la Iglesia. El argumento de un Papa que trabaje por la unidad de la Iglesia no es una estrategia de los conservadores, más o menos críticos con algunos aspectos del pontificado precedente. Es un argumento que incide en la naturaleza del primado de Pedro y que da respuesta a una situación actual.

¿Un Papa de consenso? Es decir, un Papa que supere determinadas dialécticas y que sea capaz de reconocer lo bueno del pasado y lo mejor de lo que hay que ofrecer en el futuro. Porque lo que parece es que hay demasiados volcados en convertir este Cónclave en una especie de plebiscito sobre el Papa Francisco. Hay demasiado retrovisor en escena como foco.

Los asiáticos miran a Estados Unidos; los norteamericanos se miran entre sí, mucho más divididos que el resto. ¿Un asiático romano? Porque algo de romanidad se está buscando en este momento, con lo que significa la romanidad. ¿Por qué nadie habla de Filoni?

Me sorprende la escasa referencia a los movimientos apostólicos y realidades de Iglesia en este pre-Cónclave. Quizá por que hay un número significativo de cardenales religiosos y no tantos procedentes de estas realidades eclesiales.

Se entiende que este universo de los movimientos y realidades eclesiales es una parte no desdeñable de la Iglesia, mayoritariamente laical. Sin embargo son los grandes convidados de piedra del proceso. A no ser que el perfil bajo siga funcionando y de lo que se trata es de trabajar a fondo en silencio.

Pasemos a la segunda lista de nombres. Aveline, Lázaro, Prevost, Erdö, Arborelius, Pizzabala, Ambongo, Bo, Goh… podría seguir. Aquí hay muchos.

Si estuviera en Roma en las horas inmediatas del inicio del Cónclave me fijaría en quienes han perdido el color de su tez, quienes en las últimas horas, o en los últimos días, están demudados.

 

 

José Francisco Serrano Oceja