Tribunas
06/05/2025
La Iglesia necesita un Papa Santo
Juan Moya
Doctor en Medicina y en Derecho Canónico
Los comentarios sobre el papa que la Iglesia necesita no se han hecho esperar, y en mi opinión algunos de ellos son poco afortunados. Aplicando una terminología que incluso para la vida política es confusa -por parcial e imprecisa-, se dice que la Iglesia necesita un papa "liberal" o un papa "conservador".
En mi opinión, lo que la Iglesia necesita es un papa santo. Creo que cualquier persona con sentido común, un mínimo de sentido sobrenatural y un cierto conocimiento de la historia de la Iglesia pensará así.
Sin santidad no es posible gobernar bien la Iglesia, porque el buen gobierno requiere "sintonizar" con el Espíritu Santo -que es el que debe gobernar, con la ayuda de los hombres escogidos para ese fin- y esa unión es imposible sin una vida santa.
La santidad no es, como algunos podrían pensar, llevar una vida mística, muy piadosa pero desentendida de las cosas de este mundo. No es así ni siquiera para los llamados a vivir en la soledad del claustro, apartados del mundo, porque aunque no se ocupen de tareas temporales, son conscientes de que no hay santidad sin caridad, y la caridad obliga a rezar y ayudar al prójimo en sus necesidades materiales y espirituales.
Para el Papa, con mucho más motivo. Su santidad le llevará en primer lugar a una intensa vida de oración y penitencia, y simultáneamente a santificar su "trabajo", que es gobernar la Iglesia. Y tendrá que ejercitarse en todas las virtudes teologales y morales, sin las que no podría gobernar bien, porque le faltaría prudencia, o fortaleza, o justicia.... Y los criterios de fondo que le orientarán serán siempre una gran fidelidad a las enseñanzas perennes de Jesucristo en las verdades de fe y en la vida moral (Credo y Mandamientos), impregnadas de una gran misericordia como acabamos de recordar el pasado domingo de la Divina Misericordia.
Con este conjunto de cualidades humanas y espirituales que el papa debe tener -y otras que se podrían añadir: cordialidad humana, sencillez, corazón grande y acogedor, tan relacionado con la caridad-, resulta evidente que no se debe "encasillar" al papa, porque está por encima de visiones reduccionistas.
El Papa, bien entendido, debe ser liberal, porque ama la libertad de las personas y las conciencias, sin desligar la libertad de la responsabilidad y la búsqueda de la verdad. Y a la vez debe ser conservador, bien entendido también, porque debe conservar intangible -ser fiel- el depósito de la fe y la moral que la Iglesia ha enseñado siempre, siguiendo a Jesucristo, y de ahí sacar los criterios para iluminar doctrinal y moralmente las diversas circunstancias que puedan presentarse en cada época.
Escribo en el día de Santa Catalina de Siena, doctora de la Iglesia y Patrona de Europa, que tenía un gran amor al papa, al que llamada "el dulce Cristo en la tierra": que interceda ante Dios para que los cardenales, iluminados por el Espíritu Santo, elijan al que mejor pueda gobernar la Iglesia, por el bien no solo de la Iglesia misma, sino del mundo entero.
Juan Moya