Tribunas
12/05/2025
Papolatría o papanatismo
José Francisco Serrano Oceja
Cuando teníamos aún que estar escrutando las razones profundas de esa sorpresa que el Espíritu Santo nos ha regalado con el nuevo Papa León XIV -insisto en que el nombre me encanta-, no pocos medios y mediadores se están empeñando a fondo en una teoría y práctica reduccionista: insistir en la continuidad entre el pontificado del Papa Francisco y el de León XIV que acaba de estrenarse hasta lo inverosímil, hasta la extenuación. Como si la legitimidad de León XIV le viniera por su mayor o menor cercanía a Francisco.
Es evidente que León XIV eclesialmente en el ahora no es sin Francisco. Le llamó a Roma y le colocó en el súper Dicasterio. No se trata sólo de continuidad, sino de mayor ahondamiento, es decir, de una dependencia que, como si fuera una inexorable ley o lógica de la historia, hiciera que León XIV se viera obligado a seguir hasta las últimas consecuencias con todo lo que era, hizo o significaba el Papa Francisco.
No voy a poner ejemplos concretos para no señalar a nadie. Haberlos los hay.
Del nuevo Papa se pueden hacer muchas afirmaciones. Los humanos somos los únicos seres que nos interpretamos a nosotros mismos e interpretamos a los demás como base y condicionante de nuestras relaciones. Somos seres interpretadores en un mundo en el que parece que ya no existen los hechos sino las interpretaciones. Hay que recuperar aquel grito de la fenomenología de Husserl, a los hechos mismos.
Lo que me llama la atención es que, sinceramente, el papa Francisco no necesita que León XIV le dé la razón, le ratifique, permanezca pegado a él o se distancie.
Tampoco son aceptables las sinuosas afirmaciones o insistencias de que León XIV será un contradictor de Francisco. Hay quien todo el día está señalado las diferencias. Esa dialéctica implícita, bueno, toda dialéctica, es ajena a la naturaleza de la Iglesia, de la propuesta cristiana.
León XIV no es un clon del papa Francisco, ni lo puede ser. La utilización del Papa, de los Papas, para confirmar, ratificar, los intereses de personas, grupos, tendencias, formas ideológicas, es una tentación permanente en nuestro tiempo.
El Papa Francisco ha sido lo que es. Tan singular como él mismo, tan original como esa fuerza que tenía de creatividad sin límites. El Pontificado del Papa Francisco ha sido ya único, como único era él. Su valor no radica en esa singularidad sólo, sino en la forma en la que abrió nuevos horizontes del Espíritu a la Iglesia y al mundo.
En la práctica, una cuestión es la doctrina y otra el gobierno, el hilo que las conecta existe y es tan fino que en muchas ocasiones no se percibe.
Siempre digo lo que un día me hizo ver un alto monseñor del Vaticano respecto a san Juan Pablo II. “Si quieres, me dijo, te hago una lista de las equivocaciones en la elección de personas, en el gobierno personal, que tuvo Juan Pablo II”. Ahí aprendí que la infalibilidad de los papas tenía el perímetro corto y estaba limitada a lo que afirma el magisterio. Porque de lo que se trata es de otro orden de realidades.
Me he preguntado en estas horas pasadas si en esos análisis que insisten en que el valor de León XIV radica en que sigue al pie de la letra a Francisco lo que hay es papolatría o papanatismo.
Yo solía leer los libros de González Faus desde que muy jovencito el profesor de cristología me hizo estudiar su “Proyecto de hermano”, lectura que sinceramente no estoy recomendando, y su cristología, que tampoco. Lo que me obligaba, para mi formación, a estudiar dos veces para completar lo obligado con otros manuales. Así me pasé muchos años.
Siempre me llamó la atención la insistencia que durante no mucho tiempo, también en algún momento del Papa Francisco, este jesuita ya fallecido escribió sobre la papolatría en la Iglesia. Que conste que no me apunto a ese concepto, ni creo que se corresponda siempre con la realidad.
Entiendo el concepto papolatría no desde un punto de vista teológico, sino histórico social. En la historia de la Iglesia la relación entre el Papa y el pueblo fiel, entre el papa, los obispos y las Iglesias diocesanas, da mucho juego. El Papa en relación con la sociedad de masas y de medios es un gran tema de estudio. La forma histórica del catolicismo en la época del papado contemporáneo tiene mucho que ver con la configuración de la sociedad de la información, con inevitables repercusiones, por ejemplo, en la relación obispo de Roma con los obispos diocesanos.
Dicho lo cual, hay que dejar a León XIV que sea León XIV, como hay que dejar a Francisco que sea, para la historia, y también para la Iglesia, Francisco. Que León XIV contribuirá a clarificar, en este tiempo, el ejercicio del primado de Pedro, no lo dudo. León XIV acaba de comenzar su pontificado y gracias a Dios tenemos mucho tiempo para su amistad y compañía.
El amor al Papa y el amor a la Iglesia van de otro palo abismalmente distinto de la papolatría y del papanatismo.
José Francisco Serrano Oceja