Tribunas

Diálogo Iceta-Cercas

 

 

José Francisco Serrano Oceja


El escritor Javier Cercas, José María Yudego y Mons. Mario Iceta.

 

 

 

 

Diálogos públicos entre obispos e intelectuales ateos, agnósticos o medio pensionistas, hay varios, pero no es un género que se prodigue en exceso. Aquí somos más de monólogos, que de diálogos.

En España recuerdo que en Vitoria el obispo Elizalde lo tuvo con Campo Vidal, a quien no me atrevo a calificar. Y poco más.

Si estuviéramos en época de Benedicto XVI le llamaríamos a esto las nuevas ediciones del Atrio de los gentiles.

Dejando a un lado el prescriptor Ratzinger-Habermas, hay libros que reproducen varias de estas conversaciones, algunas de ellas sólo epistolares, otras públicas y transcritas a posteriori. Por ahí anduvieron los cardenales Martini con Umberto Eco; Scola con Massimo Cacciari o Kasper con Sloterdijk, que yo recuerde.

Este pasado jueves tuvimos la del arzobispo de Burgos, monseñor Mario Iceta, con el novelista Javier Cercas. Los pueden ustedes ver en Youtube en el canal Fundación Círculo Burgos, como informamos en Religión Confidencial.

Como los pecados graves son los primeros que se confiesan, diré que tengo el libro de Cercas “El loco de Dios en el fin del mundo” en la mesa desde que salió. Y no he pasado aún de la página diez, quizá por pereza, sobre todo por acumulación de otras distracciones librescas.

Ahora la actualidad arrastra, también la de este pontificado. En su momento habrá que retomar la digestión del de Francisco.

Reconozco el valor literario de Javier Cercas, pero huyo de los orgánicos del sistema mediático y de las operaciones de mercadotecnia, aunque vengan del Vaticano. Lo que más me atrae es la onda del drama humano, los enigmas, y la percepción que produce la exposición pública de la siempre compleja intimidad.

Vayamos al acontecimiento, que he podido ver tiempo después en la grabación gracias a ese registro de más de una hora y media.

Javier Cercas se expresa más allá del personaje literario, protagonista del libro, que se ha creado de sí mismo. La lección primera que ofrece es la de su actitud, acercamiento al Vaticano y a la Iglesia sin prejuicios, con la intención de “restituir el lenguaje religioso de la Iglesia”, amén de resolver uno de los enigmas que está en el sustrato de su conciencia, lo referido a su madre.

Como buen ilustrado, marca el terreno con el fondo del análisis racional e histórico. El Papa Francisco, un hombre que luchó contra sí mismo, es producto del Evangelio y de la Iglesia. ¿En qué media y peso, en qué circunstancia?

El juego está, por tanto, en esa relación entre Evangelio e Iglesia. Por eso plantea en el diálogo la insistencia en lo que considera las tres reformas de la Iglesia que ha planteado el papa Francisco, contra el clericalismo, el Constantinismo y el lenguaje clerical o la cuestión de la potencia persuasiva.

Javier Cercas está más cerca de Alfred Loisy y de Renan de lo que él piensa. Encontró un aliado en esta trayectoria vital, literaria y religiosa para un inevitable, Crocce dixit, católico cultural, ateo y anticlerical y no sé si del Real Madrid. Ese aliado es el papa Francisco.

De lo que se trata por tanto, a partir de esa afirmación del Cristo revolucionario, de ese Cristo que no molesta antropológicamente aunque sí social y culturalmente, de ese Cristo que es algo más que Cristo, alternativo, incluso político, pero que no es Dios, o no es eso por ser Dios, es la de la propuesta de volver al Evangelio, al cristianismo antiguo, y hacer la reforma de la Iglesia desde el Evangelio sin glosa, como diría Francisco, el de Asís.

Idea que no tiene óbice, que, ciertamente, es uno de los “cantus firmus” del Vaticano II, pero si entendemos que la distancia entre el Evangelio y la Iglesia es la distancia de la encarnación de Dios en un hombre, de la aceptación de la gracia, de la coherencia de quien se afirma cristiano no por ser revolucionario sino por ser hijo de Dios, que es una revolución al convertirnos todos en hijos de un mismo Padre. La gracia de la encarnación de Dios en Jesús de Nazaret es el humor y la ironía divina plena y definitiva.

Quizá Javier Cercas, en diálogo con un papa disruptivo, en inquietud permanente, haya reformulado una objeción clásica del pensamiento al cristianismo de hoy y a la Iglesia.

Y lo ha hecho con indudable soltura.

En el próximo fin de semana leeré el libro de Javier Cercas. Entonces decidiré si me quedo con el Cercas protagonista del libro o con el Cercas que todo lo que toca lo convierte en estética.

Por cierto, la reacción del público cuando don Mario dijo que la Iglesia no se identifica con un partido político merece otra columna.

 

 

José Francisco Serrano Oceja