Tribunas

Los sacerdotes están de enhorabuena

 

 

José Francisco Serrano Oceja


El Papa León XIV recibe al clero de la diócesis de Roma.
(@Vatican Media)

 

 

 

 

Con León XIV. También podría decir lo mismo de los obispos. Incluso de los fieles laicos. De la Iglesia toda, vamos.

Como es habitual en las últimas semanas procuro que no se me pase ninguna intervención pública de León XIV. De lo que se trata ahora es de empaparse de su magisterio, no sólo del fondo, también de la forma.

Eso significa centrarse en los argumentos que utiliza, en las citas, en la referencialidad del magisterio anterior y su uso, para transmitir el mensaje.

Por ejemplo, es una delicia comprobar cómo suele concluir siempre sus intervenciones con una cita de san Agustín. La ventaja es que san Agustín da para eso y para mucho más.

O cómo recurre a san Juan Pablo II. O cómo recoge el magisterio del Papa Francisco con formulaciones propias, no meramente clónicas.

De sus intervenciones últimas me ha gustado, no sólo por la letra, también por la música, la dirigida al clero de Roma. Una intervención ilusionante, motivadora, agradecida, centrada en lo esencial, sin muchas originalidades, pero con un sello propio.

Nada de echar nada en cara, ni de reproches, ni de insistencias en las patologías. Todo lo contrario. Futuro, perspectiva, apertura.

Para empezar: “Les doy las gracias por su vida entregada al servicio del Reino, por sus esfuerzos cotidianos, por tanta generosidad en el ejercicio del ministerio, por todo lo que viven en silencio y que, a veces, va acompañado de sufrimiento o incomprensión”, dijo el Papa León.

Y añadió más adelante: “Se lo pido con corazón de padre y de pastor: ¡comprometámonos todos a ser sacerdotes creíbles y ejemplares! Somos conscientes de los límites de nuestra naturaleza y el Señor nos conoce en profundidad; pero hemos recibido una gracia extraordinaria, se nos ha confiado un tesoro precioso del que somos ministros, servidores. Y al servidor se le pide fidelidad. Ninguno de nosotros está exento de las sugestiones del mundo y la ciudad, con sus mil propuestas podría incluso alejarnos del deseo de una vida santa, induciendo una nivelación a la baja en el que se pierden los valores profundos del ser presbíteros”.

No sigo.

El Papa León sabe decir las cosas. Entiendo que hay afirmaciones que hace con contundencia. Pero siempre con una mezcla adecuada de verdad y caridad.

Lo mismo ocurrió con el discurso a los obispos de Italia reunidos en Conferencia Episcopal. Me llamó la atención, por cierto, que comenzara hablándoles de colegialidad, “entre ustedes y conmigo”. Las referencias a la sinodalidad vinieron después. Antes la colegialidad bien traída como realidad y exigencia.

Habrá que seguir leyendo detenidamente lo que dice el Papa León XIV. No niego que haya quien pueda decir que mi lectura es selectiva. Menos mal que nadie habla de subjetiva, porque al fin y al cabo todo lo referido a un sujeto es subjetivo. Tan selectiva como producto de una interpretación que tiene en cuenta muchos niveles de contextos.

El primero de ellos, los destinatarios. El segundo, la necesidad que satisface. El tercero, el mensaje. El cuarto, la forma. El quinto, el género textual. El sexto, la autoridad de sus palabras. El séptimo, la continuidad o discontinuidad de lo dicho. Y más...

 

 

José Francisco Serrano Oceja