Tribunas
23/06/2025
¿De verdad que la verdad nos hará libres?
José Francisco Serrano Oceja
Argüello, Bolaños y García Magán
(Imagen de archivo).
El 22 de noviembre de 1990 vio la luz uno de los documentos más relevantes de la historia reciente de la Iglesia en España, “La verdad os hará libres”. Los socialistas gobernaban desde 1982. Los casos de corrupción estaban todos los días en los titulares.
Fue recibido de uñas. “Profundamente injusto con la sociedad española”, “aberrante por antidemocrático”, “descalificador de la clase política”, “anacrónico”, “inoportuno”, fueron algunas de las afirmaciones que se leyeron cuando se hizo público el texto episcopal.
La reacción de los diversos grupos políticos, principalmente el PSOE y la izquierda de entonces, implicaba una expresión dominante del papel de los partidos en la sociedad y de la pretensión de monopolizar el discurso ético-social.
¿Quién protagoniza hoy ese discurso público, social? ¿Quién lo monopoliza o pretende monopolizar? ¿Qué papel juega la Iglesia en la conversación pública? ¿Cómo se configura la palabra de la Iglesia como instancia ético-social, incluso ejerciendo la dimensión crítica-profética?
El movimiento se demuestra andando. Ojo que nos puede estar pasando en la Iglesia lo que aquel personaje de Steinbeck: “A fuerza de querer ser realista, había perdido todo contacto con la realidad”.
Los obispos escribieron entonces ese documento porque percibían síntomas evidentes de un profundo cambio en el ethos de la sociedad española.
Estábamos en la consolidación del primer desarrollo de la asentada democracia. Existía un proyecto social, por político, que se estaba aplicando, pero que aprovechaba las corrientes de fondo de una secularización que llevaba actuando más tiempo.
Autores como el filósofo Jacobo Muñoz, nada sospechoso de trabajar para los obispos, escribieron entonces: “Algo tendría que repensarse en la ética hoy, una ética fantasmal y apologética que ya aburre, agobia, con tanto y tan reiterado civilismo, dialoguismo y consensualimo práxico”.
La historia continúa…
Han pasado ya unos cuantos años. El Papa Francisco repetía hasta la saciedad que no estamos en una época de cambios sino en un cambio de época.
En España asistimos, entre perplejos y mareados, a un proceso de mutación política que afecta a la democracia, de mutación social, de mutación económica. A un momento en el que hasta uno de los actores evidentes y necesarios del consenso social y político, el PSOE, se está deshaciendo por una mezcla de corrupción chusquera con la otra corrupción de un liderazgo amoral y patológico.
Determinados vectores del contexto político, crisis de la democracia, configuración de un tardocapitalismo, predominio de las tecnológicas, populismo, personalismos autocráticos… están agudizando la peor idiosincrasia española.
El logos cristiano en la historia despierta siempre inquietud y esperanza. No se agota en el discurso social y político pero tampoco es sin una dimensión política y social como condición de viabilidad. La cuestión de fondo es la presencia de logos cristiano. Presencia o ausencia. La exigencia del tiempo es una exigencia de razón y de discurso, no sólo privada sino también pública.
Si la Iglesia no habla, alguien hablará por la Iglesia. El hecho de que haya pluralidad de perspectivas y pluralidad de propuestas no puede ser óbice para que se imponga un silencio fáctico.
Todo lo contrario. Debe servir como espacio de convergencias y de propuestas, que nace de una libertad auténtica, en un mundo en el que se imponen, además, con las redes sociales, las cámaras eco.
Se puede admitir que no sepamos cómo decir. Lo que es mucho admitir. Pero lo que creo no se puede admitir, como exigencia de la verdad del Evangelio que nos hace libres, es que no digamos lo que debemos decir. Se tengan o no se tengan altavoces, se reciba adecuada o inadecuadamente el mensaje del Evangelio. El miedo, también al Estado idolatrizado, no sólo es enemigo de la libertad. También lo es de la propuesta cristiana.
José Francisco Serrano Oceja