Tribunas
26/06/2025
¿Escuchó algún político español lo que dijo el Papa León XIV?
José Francisco Serrano Oceja
El Papa León XIV en la Misa conclusiva del Jubileo
de las Familias, los Niños, los Abuelos y los Ancianos.
En los días del fragor de la campaña del Gobierno y sus aliados políticos contra la Iglesia, destinada a desviar la atención para tapar el conjunto de informaciones que asientan en la opinión pública la narrativa de la naturaleza corrupta del actual Ejecutivo socialista, el Papa León XIV se reunió con los Gobernantes y parlamentarios de 68 países con motivo de su Jubileo.
Entiendo que algún representante español debía estar en la sala.
El discurso de León XIV, que comienza con una cita del Pío XI en la que recordaba que la acción política fue definida como “la forma más elevada de caridad” (Pío XI, Discurso a la Federación Universitaria Católica Italiana, 18 de diciembre de 1927), asentó tres principios prioritarios para la actuación política.
El primero se refirió a la tarea “de promover y proteger, más allá de cualquier interés particular, el bien de la comunidad, el bien común, especialmente en defensa de los más débiles y marginados”.
Primera categoría, el bien común, un concepto clásico de la ciencia política que ahora se traduce, en determinados contextos, por el de interés general. Que se opone al interés particular, que genera desigualdades.
Segunda línea de actuación, la libertad religiosa y el diálogo interreligioso. Es decir, el reconocimiento de la contribución de la religión al bien de la persona y de la sociedad. Un reconocimiento destinado a la conformación de un bien y de una verdad compartidos. Junto al concepto de bien, el Papa retoma el horizonte del concepto de verdad.
Y lo hace para inmediatamente meterse en el sustrato del pensamiento teológico de san Agustín, rememorando una de las claves de su magna obra “La Ciudad de Dios”.
“San Agustín, -dijo el Papa-, a este respecto, hablaba de un paso del hombre del amor sui (propio) - el amor egoísta para sí mismo, cerrado y destructivo - al amor a Dios - el amor gratuito, que tiene su raíz en Dios y que conduce al don de sí mismo -, como elemento fundamental en la construcción de la civitas Dei, es decir, de una sociedad en la que la ley fundamental es la caridad (cf. De civitate Dei, XIV, 28)”.
¿Qué es la corrupción? ¿Qué es una política cuya finalidad es la permanencia en el poder? ¿Cómo se configuran las tendencias iliberales, antidemocráticas -ruptura de la separación de poderes por ejemplo-, con la sola finalidad de mantenerse en el poder? Con el amor sui, el amor cerrado, egoísta y destructivo.
El expresidente del Gobierno, Zapatero, en una meliflua intervención esta semana con motivo del XX aniversario de la aprobación de la ley del llamado matrimonio igualitario, es decir, el mal llamado matrimonio entre personas del mismo sexo -contradicción in terminis-, lanzó una perorata bastante cursi sobre el amor en la política.
Bueno, más vale que hable del amor que no del odio, aunque a renglón seguido no perdió la oportunidad de sembrar la pertinente dosis de odio contra la Iglesia en España.
Lo que pasa es que del amor del que habló Zapatero es del amor sui, no el amor a Dios. Porque si hubiera hablado del amor a Dios, hubiera glosado lo que, después dijo el papa León XIV, una reflexión, como no se había oído en mucho tiempo, sobre la ley natural.
Que el Papa diga lo que dijo sobre la ley natural es completamente revolucionario, además de que comenzaba a ser, incluso dentro de la Iglesia, inédito.
“La ley natural, -dijo León XIV- universalmente válida más allá y por encima de otras convicciones de carácter más cuestionable, constituye la brújula con la que orientarse en la legislación y en la acción, en particular sobre delicadas cuestiones éticas que hoy se plantean de manera mucho más vinculante que en el pasado, tocando la esfera de la intimidad personal”.
Lo dijo León XIV. ¿Qué político español o grupo político se atrevería a hablar así, también de la ley natural, en el Congreso?
José Francisco Serrano Oceja