Opinión
27/06/2025
Una nueva declaración de amor
José María Alsina Casanova
Las revelaciones a Santa Margarita María Alacoque,
clave para el culto al Sagrado Corazón de Jesús.
Con este título tan expresivo el Papa Francisco en su Encíclica Dilexit nos ha querido describir la gracia recibida para toda la Iglesia a través de las revelaciones del Corazón de Jesús a Santa Margarita María de Alacoque hace ahora 350 años.
Este viernes 27 de junio se conmemoran los 350 años de aquel día de la octava de Corpus en que el Señor mostró su Corazón a esta religiosa en la población borgoñesa de Paray le Monial en la segunda mitad del siglo XVII. Era la cuarta de unas revelaciones privadas que marcarían un antes y después en la extensión de la devoción al Corazón de Jesús para toda la Iglesia. Aquel viernes de junio, Jesús pedía a Margarita María que se dedicara una fiesta en la Iglesia a honrar su Corazón divino y humano con actos de reparación por las ofensas especialmente para con el sacramento de la Eucaristía invitando también a consagrarse a su Divina Persona.
Tendrían que transcurrir casi dos siglos para que esta petición se convirtiera en una realidad. Aquella devoción denominada “nueva” se iba abriendo paso en la Iglesia, pero con no pocas dificultades. En España a través del Beato Bernardo de Hoyos, quien había recibido en Valladolid la gran promesa del Sagrado Corazón “Reinaré en España con especial veneración”, la devoción se extendía desde los pueblos y ciudades de nuestra Patria hasta las tierras hermanas de América. El año 1856 el beato Pío IX proclamaba para todo el orbe católico la solemnidad del Corazón de Jesús. Desde aquel momento como un reguero de luz y de gracia la devoción al Corazón de Jesús se extendió a través de las cofradías, asociaciones, congregaciones religiosas (especialmente las misioneras), parroquias…
Comenzaba todo un movimiento de consagraciones de la Iglesia, las diócesis, de las familias, que culminaría con la Consagración del Mundo al Corazón de Jesús el año 1900. Realizada por el anciano Papa León XIII esta consagración fue descrita por él como “el acto más importante de su Pontificado”. Fundadores, misioneros, educadores y mártires del siglo XX se caracterizarían por ser apóstoles convencidos y encendidos del amor del Corazón de Jesús.
El año 1925, cuyo centenario recordamos, el Papa Pío XI quiso dar culminación al acto de Consagración realizado por León XIII, proclamando la fiesta de Cristo Rey, en la que señalaba a Cristo como Rey de Amor de todos los pueblos y naciones. En esta fiesta hasta el día de hoy se recomienda y se otorga indulgencia plenaria si se renueva la Consagración del Género Humano al Corazón de Jesús.
Seguirían las encíclicas de Pio XI sobre la reparación “Miserentissimus Redemptor” el 1928 y “Haurietis Aquas” de Pío XII en 1956, encíclica de una gran profundidad teológica y espiritual.
En los años siguientes, la devoción al Corazón de Jesús seguía viva en ambientes populares, no sin dificultad, debido al poco aprecio que se tenía de ella en amplios sectores de la vida eclesial. El magisterio de los Papas no cesaba de recordar la importancia y la necesidad de esta para estos tiempos en los que se ha “enfriado la caridad”.
Pasarían casi 70 años hasta que de nuevo un Papa, el Papa Francisco publicaría una encíclica sobre el Corazón de Jesús, Dilexit nos. La providencia tenía dispuesto que fuera su última encíclica y que dejara en ella el mejor testamento para los tiempos venideros. Los efectos de este gran regalo del Espíritu Santo a través del Magisterio de Francisco se han empezado a notar.
El Papa León XIV desde los primeros días de su Pontificado quiso recordar la importancia de este documento en la carta que les envío a los obispos de Francia con motivo de los 100 años de la canonización de San Juan Eudes, el cura de Ars y Santa Teresa del Niño Jesús.
La relevancia que para el Papa León XIV tiene esta devoción de nuevo se ha manifestado en el envío de su delegado Pontificio, el Cardenal de Córcega Mons. Francisco Javier Bustillo para las fiestas de clausura por los 350 años de las revelaciones a Santa Margarita que se celebran este próximo fin de semana en Paray le Monial. Vale la pena leer la carta de envío del delegado Pontificio.
Además de todos estos hechos con los que el cielo vuelve a señalar el signo del Corazón de Jesús como enseña de esperanza para nuestro mundo, hay uno más que quisiera resaltar. El pasado 24 de junio el Papa tuvo una preciosa, profunda y exigente meditación para los seminaristas reunidos en Roma con motivo de su jubileo. El Papa les invitó a conformar sus vidas con el Corazón de Jesús. Aquellos jóvenes que con entusiasmo y fervor escuchaban las palabras del nuevo sucesor de Pedro, irrumpieron con un aplauso atronador cuando León XIV pronunció estas palabras: “Hablando del Corazón de Jesucristo, ¿cómo no recordar la encíclica Dilexit nos que nos ha donado el querido Papa Francisco?” Los jóvenes seminaristas de hoy, futuros sacerdotes del mañana aplaudían así al cielo por habernos recordado a través de Francisco que en el Corazón de Jesús hoy encontramos una “declaración de amor” del Señor que no se cansa de decirle a esta humanidad herida: “He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres”.
Ciertamente en el Corazón de Jesús encontramos en estos tiempos recios la fuente de nuestra esperanza porque, como recordó el Papa Francisco en la Bula de convocatoria del Jubileo Romano, “la esperanza nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz”.