Tribunas
11/11/2025
Los mínimos previos del cristianismo, en riesgo (I)
Antonio-Carlos Pereira Menaut
Si hablamos de lo que hoy amenaza al cristianismo, pensamos en las muertes de cristianos en Nigeria o, como poco, en la corrección política y legal que aquí intenta sofocar nuestra religión; sin éxito a juzgar por las recientes conversiones.
Lo que afrontamos ahora es algo subterráneo y difícil de detectar. Se trata de los cimientos pre-cristianos, tal vez pre-religiosos, a menudo inconscientes, que toda visión social necesita para que sobre ella pueda florecer el cristianismo. Si no los hay, tendremos cristianos sin antropología cristiana. Tendrán que desarrollarla, pero para ello carecerán de las antiguas bases del sano paganismo. De la reciente oleada de conversos, no pocos carecerán de aquellos preconceptos que antes tenían todos, hasta los que mataban curas en España en 1936.
Y se trata de cuestiones de mucho fondo para el cristianismo e incluso para el humanismo, porque siegan la hierba bajo nuestros pies, dejando como resultado el vacío. Y sobre el vacío será difícil (no imposible) construir. Ejemplo: aquí proponemos una visión cristiana de la naturaleza humana, pero, claro, ésta no puede faltar. Jesús la da por supuesta al dirigirse a los judíos; san Pablo la desempolva ante los desocupados discutidores del Areópago. Vivir cristianamente sería sacar brillo al valor divino que ya tiene lo humano, pero lo humano tiene que existir y con un mínimo de salud. Defendamos a los cristianos nigerianos, que mueren a miles, y defendámonos nosotros de las leyes anticristianas, pero lo más insidioso, a menudo inadvertido, es la erosión silenciosa de los cimientos.
De esos ocultos sillares esenciales para las raíces de nuestra fe, mencionaremos lo que sigue.
1. La libertad. El cristianismo presupone un hombre constitutivamente libre y digno. Desde el momento en que Dios nos deja libertad hasta para ir contra Él, en este punto no puede haber sombra de duda. "La libertad, Sancho es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos...” (Don Quijote).
2. El lugar del hombre. Ese hombre racional y moral, imagen de Dios, es cualitativamente distinto de los animales y de toda la creación, de la cual es rey. Esa posición "poco inferior a los ángeles" viene siendo atacada hace tiempo pero últimamente, más (especismo; con algún guiño en la Laudate Deum; cita de Haraway, 66).
3. La realidad. Esto se opone a toda des-encarnación (Trueman), a la des-materialización, al "no cosas" (BC Han). Hoy casi nadie hace casi nada con sus manos, adiós. Mala cosa, para una religión tan realista y encarnada como la nuestra; mala cosa para el "materialismo cristiano" (Escrivá). Cuanta más tecnología, menos lugar en mi cabeza para la tierra que piso, la naturaleza, mi cuerpo, los objetos familiares de nuestras vidas. La gente ya no guarda las cosas de sus padres.
4. El providencialismo: Dios llueve sobre justos e injustos. Lleva cuenta de los pelos que se nos caen (enhorabuena, calvos). Da a todos vida y aliento (S. Pablo en Atenas). "Amanecerá Dios y medraremos", dice Sancho con la íntima convicción de un católico analfabeto; bien viva por estos lares hasta ayer; pregunten a cualquier anciano aldeano.
5. El cristianismo presupone relaciones interpersonales sólidas, comenzando por las familiares. Sabemos que las actuales tendencias técnico-económicas favorecen el aislamiento. El covid hizo mucho daño. No pocas jerarquías secundaron al estado y a la OMS, como si el no vacunarse fuera inmoral, como si confinarse y no relacionarse fuera un mérito. El hombre es social por naturaleza, no por accidente ni por elección.
6. El legalismo y el «justicierismo» fomentan las memorias históricas y el castigar siempre (como si dispensar del castigo fuera malo a priori). Subrayan la justicia como venganza. Al que abusó de un menor hace medio siglo, no se le admite que pueda haberse redimido, cuando en nuestra religión, todos, hasta los peores criminales, podemos redimirnos. Resultado: hoy se perdona menos (ojalá hubiera más Erikas Kirk, aunque sin enviudar).
Si, careciendo de toda esta antropología previa, mañana se bautizara todo el planeta, necesitaríamos decenios para que la adquirieran. No pocos católicos, por simple relevo generacional, ya no la tienen. Para que la gente respire antropología católica como Dante, Cervantes, Velázquez o Manzoni, habrá primero que reconstruir al hombre (nunca más destruido, pero nunca totalmente destruido, gracias a Dios) y después habrá que poner sobre él al cristiano. Pero todo se andará; ¿no decimos que "amanecerá Dios y medraremos"? Dostoievski y Tolstoi tienen antropología muy cristiana pero no católica, como tampoco, en otro sentido, mis admirados Haendel y Jane Austen. Ojalá la estética nos ayude con la ética.
Al final, ¿y si los mínimos previos del cristianismo fueran los de la naturaleza humana? ¿Y si lo que estuvieran descubriendo los actuales conversos fuera, simplemente, que la naturaleza humana, huérfana por el vacío y el nihilismo, está pidiendo el cristianismo a gritos?
Antonio-Carlos Pereira Menaut
es profesor de Derecho
y autor de La Sociedad del Delirio