Reportajes

CON LA COMIDA NO SE JUEGA

 

Marisa Puente | 02.08.2016


A media mañana, en el bar de siempre, o en uno diferente para probar cosas nuevas. Es la hora del almuerzo y nada mejor que un pincho para matar el gusanillo. Pero, ¿es seguro comer una tapa en cualquier establecimiento? ¿Se fijan los clientes en las condiciones a las que están expuestos los alimentos que van a ingerir?

La normativa vigente que regula las necesidades de exposición y conservación es el Real Decreto 3848/2000 de 29 de noviembre. Éste establece varias pautas que a día de hoy no se cumplen en muchos bares. En primer lugar, que los alimentos elaborados «contarán con instalaciones adecuadas para la conservación de los productos en correctas condiciones de temperatura, higiene, limpieza y no contaminación por proximidad o contacto con cualquier clase de residuos o aguas residuales, humos, suciedad, sustancias tóxicas, o materias o cuerpos extraños, de manera que los productos no puedan sufrir alteraciones, deterioros o cambios anormales en sus características». Por otro lado, la norma dictamina que los productos que se consumen en menos de 24 horas deberán refrigerarse a una temperatura máxima de 8ºC.

Para comprobar si se cumplen las condiciones óptimas de exposición de los productos, nos fijamos en varios bares y cafeterías de Santander. Curiosamente, todos los establecimientos visitados cuentan con la vitrina de cristal y varios pinchos en su interior. Sin embargo, casi la mitad de ellos también los colocan encima de la superficie, totalmente expuestos a la contaminación exterior.

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El principal aspecto a tener en cuenta es que los consumidores no le dan importancia. Si los pinchos a la intemperie se vendieran menos que el resto, probablemente se colocarían en otro sitio, resguardados de la contaminación. Sin embargo, si al cliente no le importa, el dueño del bar no tiene la preocupación de cumplir estrictamente las condiciones higiénicas. Según las personas consultadas, la opinión más extendida es que no es tan grave que la comida esté destapada y que es muy difícil que se contamine de algo que pueda perjudicar a su salud.

Evidentemente, comer algo que está colocado encima de la barra no es algo muy grave para la salud, pero sí poco higiénico. Por encima del mostrador pasan manos, monedas, platos, vasos, alimentos, servilletas, palillos, polvo, residuos, etc. En definitiva: bacterias.

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¿Dónde están los temidos inspectores de sanidad? Si los hosteleros no tienen en cuenta la posibilidad de que sus alimentos se contaminen, al menos podrían cumplir la normativa por evitar una sanción si tienen un control de sanidad. Desde la Consejería de Sanidad aseguran que los inspectores “nunca hacen la vista gorda” y que cuando hay algo que no cumple la ley siempre se sanciona.

En la Asociación de Hostelería de Cantabria opinan que ya “casi todos los bares tienen instalada la vitrina para colocar los pinchos”. Están en lo cierto, ya que como se ha dicho antes todos los establecimientos visitados contaban con ella. Sobre el por qué de colocar las tapas encima de esa vitrina e infringir la norma, el responsable de comunicación de esta asociación no tiene respuesta, ya que considera que es un tema valorativo que depende de cada restaurante.
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Desde el otro lado de la barra, los hosteleros  exponen dos razones principales por las cuales no dejan de situar sus tapas fuera de la cubierta: porque resultan más atractivos para los clientes y por cuestión de espacio,  ya que en algunos locales el tamaño de la barra es reducido y no caben todos dentro de la vitrina. Alguno de ellos tiene un tercer motivo: la temperatura. “Si pones la comida recién hecha detrás del cristal, se empaña y hay que limpiarle constantemente”. En estos casos, los camareros lo colocan sobre la superficie unos minutos hasta que enfríe y luego lo guardan como es debido.

Mientras a los clientes no les importe ingerir alimentos que pueden haber estado en contacto con sustancias exteriores ni alguien sufra una intoxicación alimentaria, es difícil que la sociedad tome conciencia del tema. Además de una cuestión sanitaria y de salud, es una práctica que empeora la imagen de la ciudad sobre todo en este periodo estival en el que aumenta tanto el número de turistas.

 

Marisa Puente