COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

LA MEMORIA CONTRA EL OLVIDO

 

Víctor Corcoba Herrero/ Escritor | 06.12.2014


Cuando mis labios queden mudos,  mi corazón seguirá latiendo.
En los latidos sabrás todo lo que te he amado y no por ser querido.
No olvides nunca que uno quiere, no para que le quieran,
sino porque uno quiere querer como forma de entender la vida.
Sin amor no merece la pena vivir, uno tiene que amar para ser.

A pesar de haberme negado el derecho a amarte como prometimos,
quiero hablar de nuestro amor, porque en mi existe eterno,
cuando lo recuerdo es Dios quien habla conmigo y me consuela,
sabiendo que está dentro de nosotros y es donde intento morar.
En su morada hallo la alegría de su amor y la paz que me robaste.

Es la voluntad lo que transporta el sentimiento y lo que traspasa
los abecedarios interiores del alma, donde la huella de Jesús
permanece en el tiempo, con el amanecer de la esperanza,
de que uno existe para los demás y con los demás en la poesía.
No hay mayor poema que un corazón desprendiendo ilusión.

Somos hijos del amor más sublime, descendientes del verbo
y ascendientes de la palabra, cohabitamos en el más hondo sueño
y convivimos con uno mismo, junto a otros,  reconociendo
que el Creador está en mi y yo en Él, buscándole como un niño,
con el soplo de la inocencia que los ojos no pueden ver, sino sentir.

Nosotros, que debemos nuestra vida al Padre, somos también hijos,
retoños de una obra amorosa de la que huiste con un repelente
clamor de falsedades, judicializándolo todo, como si el olvido
pudiera evadirte, obviando que la memoria siempre retorna,
con su proporción de revanchas y su asignación de penitencias.

 

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
06 de diciembre de 201
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