A LA LUZ DE LAS PARÁBOLAS DE JESÚS

LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO

 

Víctor Corcoba Herrero/ Escritor | 25.07.2015


La Palabra:

                 En aquel tiempo, se acercaban a Jesús todos los publicanos y los pecadores para oírle. Y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Éste acoge a los pecadores y come con ellos.

                Jesús les dijo esta parábola: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde." Y él les repartió la herencia. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su herencia viviendo como un libertino. “Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su padre. “Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado". Y comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano”. El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu herencia con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!"

                Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado." (Evangelio de Lucas 15, 1-3. 11-32)

 

La Reflexión:

                La perspectiva de la parábola no es tanto el hijo como el padre que opta por la paciencia, por la espera sin desesperarse, y al fin corre para dar la bienvenida al hogar a su hijo. El mensaje teológico es bien claro, nos muestra al progenitor que siempre acoge como cimentación de luz, que siempre perdona y que además celebra con gozo el arrepentimiento, la conversión de los pecadores. Este es el auténtico mensaje. Consecuentemente, sería bueno hacernos el siguiente propósito…

Se perdona mientras se ama
Pues amémonos a corazón pleno.
El hombre crece cuando se arrodilla.
Al ser pecadores requerimos del perdón.
Un perdón que se acrecienta perdonando.

                Evidentemente, la historia gira alrededor de tres circunstancias: el pecado, el arrepentimiento y el perdón.   En un principio hemos de ser conscientes del pecado, sabiendo que el Padre siempre perdona, pero pide que yo también perdone como decimos en el padrenuestro: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Por tanto...

A perdonar se aprende perdonando.
Igual que amar se aprende amando.
Igual que a vivir se aprende viviendo.
No vaciles a la hora de tender la mano.
Ni en aceptar la mano que otro te tiende.

                El Padre misericordioso es el verdadero personaje central de esta parábola, representa a Dios Padre y fundamentalmente su atributo de misericordia. Confiemos en su aguante y caridad. Él siempre nos concede tiempo para reflexionar; y, así, de este modo es como se puede tomar el valor de retornar a su casa, de habitar en las heridas de su amor dejando que nos ame, hallando su piedad en los signos sensibles y eficaces de la gracia del Creador a través de los cuales se otorga la vida divina, como hijos adoptivos de Dios. En consecuencia...

Sentiremos su belleza, tan bella.
Sentiremos su pulso, tan nuestro.
Sentiremos su ternura, tan tierna.
Sentiremos su pausa, tan paciente.
Grande es su amor, nos engrandece.

                Ciertamente, los hijos son el personaje que personifica a los descendientes de Dios que se consideran a sí mismos justos y fieles, y que dicen someterse en todo a la voluntad del Padre. La verdadera conciencia de estos protagonistas, muestran como los fieles también caen en el pecado, en este caso en el de la soberbia y arrogancia. El texto, por otra parte, escenifica muy bien a los fariseos y escribas a los que Jesús le hablaba. Al reprocharle al Padre lo que le hace a su hermano, en comparación con lo que ha hecho por él, se prueba asimismo que también en su obediencia existía un móvil interesado.  En cualquier caso, tengamos presente siempre…

Que amar es donarse.
Que vivir es dejarse y dejar.
Pues la vida es un largo camino.
Que hemos de hacernos a él y rehacernos.
Pues el amor comienza donde termina el interés.

                Por consiguiente, a poco que nos adentremos en esta parábola, descubriremos que realmente, la enseñanza nos sirve para todos, tanto creyentes como no creyentes. El ser humano es un ser crecido de debilidades permanentes, en continua tentación.  Justamente, por esto…

Necesitamos pararnos.
Ampararnos en el sosiego.
Sosegarnos con otros horizontes.
Reabrirnos a la Palabra de Jesús.
Únicamente escuchándole crecemos.

                Al fin y al cabo, la alegría del Creador radica en perdonar siempre, y en celebrar este perdón. Por otra parte, es una actitud concreta de Jesús: la cercanía de Jesús con los pecadores.  No olvidemos que un hijo, por más que sea pródigo, nunca deja de ser hijo de su padre. Esta es la gran verdad; y, efectivamente, en esta parábola  germina la realidad de la conversión,  o si quieren, la nostalgia amorosa de Dios, donde la bondad del bien vence cualquier mal. Decidir ir a Jesús, como hizo el hijo pródigo, volviendo interior y exteriormente al Padre, siempre nos embellece. Al mismo tiempo, debemos abandonar la actitud egoísta del hijo mayor, seguro de sí, que condena fácilmente a los demás, cierra el corazón a la comprensión, a la acogida y al perdón de los hermanos, y olvida que también él necesita el perdón, la misericordia en definitiva.

 

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
25 de julio de 201
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