COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

ANTE EL YA INMINENTE TIEMPO DE MI PARTIDA

 

 

 

Víctor Corcoba Herrero/ Escritor | 01.11.2016


Recordar que la vida es un instante en el camino,
y que la muerte es la eternidad que nos redime.

Acordarse de los que nos precedieron en el andar,
nos lleva a volver hacia sí y a envolvernos en ellos.

Porque somos parte de ese pasado, y el presente
que ya no es, es como un sueño que nos descubre.

Algo que nos alcanza a todos, más pronto o más tarde,
el morir y el despertar final desde doquier atmósfera.

Donde moran los caídos que ya nadie recuerda.
Será Jesús mismo quien nos nombre y nos de luz.

Bajo este consuelo, el de su clemencia, hacemos
recogimiento, alzamos la mirada a la puerta del cielo.

Volveremos a ser parte del poema perfecto, parte
de Dios con Dios en nosotros, su vida misma en mí.

Señor que nada nos distancie de vos, que nadie
se interponga en este ardiente deseo de reposar en ti.

Pues aunque la muerte sella este camino terrenal,
el alma necesita reencontrarse con el Creador.

Para hacer comunión con el que nos ha guiado,
y retornar a la paz de la Cruz, al Amor de los Amores.

Y así, más allá de nuestra necia provocación a la ira,
Tú, en cambio, nos reconduces y conduces al abrazo.

Déjame, Padre, cuando llegue el soplo de mi partida,
infundirme de tu fuerza divina antes de cerrar los ojos.

 

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
01 de noviembre de 2016