COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

 

LA GRANDEZA MORAL ES CONSECUENCIA DEL BUEN USO

 

(Hay que ser honestos en valor y valientes con la verdad,
al menos para estar en quietud con nosotros mismos)

 

 

 

 

 

Víctor Corcoba Herrero, Escritor | 03.10.2020


 

 

I.- LA VALENTÍA DEL SER

En la autenticidad de la palabra, todo es corazón;
y cuando con el corazón se tejen los sentimientos,
se entrelazan los deseos y los ardores más puros,
se cruzan y se entrecruzan las letras más sublimes,
se infunde un gran respeto y se engendra quietud.

No hay mejor oración que una ración de latidos,
ni mejor actitud que la rectitud del ser que soy,
capaz de evaluarse sin engaños y de valorarse
sin complejos, de volverse trovador de ensueños,
pues quien canta modula el aire y concierta paz.

La donación del saber andar sobre el camino justo,
nos anima a estar vivos y nos reanima a elevarnos,
por muy continuas y fuertes que sean las recaídas,
pues el soplo del espíritu apaga todas las congojas,
hace reír las lágrimas y florecer hasta las piedras.

 

II.- EL VALOR DEL SABER ESTAR

Valor es lo que se necesita para quererse y amar,
también lo que se requiere para escuchar y oírse,
además es lo que se pide para levantarse y hablar,
tras beber del vivir, como modo de hacerse valer
ante todo el mundo, sin arrinconar vida alguna.

Hemos de estar, por puro latir, diestros a saber
armonizar todas las raíces a su enraizado cultivo,
conciliando el sueño de disfrutar del encuentro,
con el espíritu más reconciliador que poseamos,
una de las cosas que da fuste a la supervivencia.

Nada persiste en su desconsuelo, todo tiene final;
esa es nuestra esperanza, un modo de eternizarse
y de enternecerse; de crearse, recrearse y crecerse;
de activar el consuelo en comunidad y de avivar
en compañía el gozo de entusiasmarse entregado.

 

III.- NUESTRAS TINIEBLAS INTERIORES

Me turba y me perturba este morir en los dramas,
este diario fenecer en la oscuridad de las tinieblas,
este tormento de atormentarme en las desdichas,
este ciego martirio de martirizarme deslumbrado,
sin reconocer la irradiación de los ojos del alma.

Nos oscurecen los vicios del espíritu mundano,
las penas nos enferman y ensombrecen los ciclos,
son tan víboras los Satanás que nos corrompen,
que nos aleja de esa verdad, una virtud a cultivar;
y que no es otra, que el paso de la noche al día.

Lo transcendente es dejarse iluminar por dentro
y prometerse realmente ver las cosas como son,
tampoco hay que negar la bondad que esclarece,
hemos de poseer la fibra de hallarnos en el amor,
para no hundirnos jamás y refundirnos siempre.

 

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
03 de octubre de 2020