COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO
NOS SUSTENTAMOS EN EL AMOR DE DIOS
“Florecemos como hijos del amor, y por amor divino vivimos en concurrencia con el Creador; que está ahí, en comunión con todos nosotros, para ayudarnos a seguir un camino de luz, donde nadie es más que nadie en su latido, a la espera de alcanzar el horizonte de lo auténtico y trascender acrisolado junto a los demás, antes de que la pena del mundo nos devore el interminable poema que somos”
Víctor Corcoba Herrero, Escritor | 12.11.2022
I.- CRISTO, EL SOL EXISTENCIAL ENCARNADO
En la señal del Redentor vive la palabra,
que se irradia como aliento y esperanza,
una verdad que se concreta en la pasión,
y que nos reconduce en un desvivirnos,
reencontrados y encontrados con Jesús.El Dios encarnado nos cautiva para sí,
y en el humilde lo descubrimos siempre.
Esta fue la gran enseñanza del Maestro:
hacer próximo al prójimo que me llama,
que nos interroga para donarle audacia.En Jesús todo es despojarse y hallarse,
conocerse uno así mismo y reconocerse,
recogerse el yo y ofrecerse a los demás;
pues la mística de su generosa entrega,
está en loar el leal pulso de verbo amar.
II.- NOS IMPULSA LA QUERENCIA DE CRISTO
Necesitamos el amor de nuestro Señor,
para entrar en comunión con el Padre,
restaurar los lazos que nos hermanan,
descubrir nuestras miserias humanas,
y conocer el significado del tormento.Precisamos como el pan, ¡oh Salvador!,
librarnos de esta angustia de cada día,
y tener la certeza de que nos aguardas,
como dominador de la hora suprema,
hasta el encuentro final del itinerario.Requerimos la fuerza del Crucificado,
ser reconducidos por su recia mirada,
escucharnos y escucharle en silencio;
será un buen modo de purgar el alma,
y de ahuyentar los males del mundo.
III.- LA MANSEDUMBRE DE CRISTO TAMPOCO SE AGOTA
La providencia divina jamás se termina,
el Creador camina siempre con nosotros,
tras crearnos a su imagen y semejanza;
esta contigüidad es un signo de su amor,
hacia todo lucero que marcha por la vida.El camino, algunas veces, se vuelve duro;
lo que requiere gran entereza y humildad,
para no bajar de la cruz y subir al corazón;
luego, por muy tenebrosa que sea la noche;
cuando el alba se acerca, el gozo es grande.No hay mayor satisfacción que permanecer
en mansedumbre, a los pies del Altísimo,
del que nos enseña a querer y a querernos,
calmándonos el yo y colmándonos de dicha,
hasta volvernos más celestes que mundanos.
Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
12 de noviembre de 2022