Cartas al Director
Cuando el río suena…
“Los peores lobos y a los que hemos de temer
son aquellos que se presentan revestidos con la piel de cordero”
Anónimo
César Valdeolmillos Alonso | 18.06.2025
Dice el refrán: “Cuando el río suena, agua lleva”. Si el agua discurre libre y juguetona por su cauce, produce un sosegado murmullo que se convierte en una armoniosa melodía. Pero cuando aparece la sed de lo que ya no puede contenerse, la furia del agua desatada no es sonido: es rugido, un grito ancestral que los diques temen escuchar.
¿No hay nadie que escuche ese rugido en las entrañas del PSOE?
El agua clara de sus autoproclamados ideales —justicia, honradez, igualdad y solidaridad— hoy es una ciénaga nauseabunda, asfixiada entre muros levantados con mentiras, ocultaciones, fabulaciones y confabulaciones cómplices que la mantienen en un estado de podredumbre crónica. Lejos de fluir con la transparencia de la que tanto presumen, solo refleja la degradación absoluta de un sistema para el cual la corrupción no es una desviación aislada y coyuntural, sino su naturaleza misma.
Pocas horas después de confirmarse el escándalo en torno a Santos Cerdán —“No hay absolutamente nada…”, “Todo es una campaña de difamación de la derecha y la ultraderecha”— la televisión nos mostró la patética imagen de un presidente de gravedad medida, con el maquillaje adecuado a la situación, mirada entristecida, voz ligeramente quebrada y gesto de quien carga con el peso inesperado de tener que pedir perdón por hechos que llevaban sucediendo seis años —quizá más—, pero de los que apenas había tenido conocimiento aquella misma mañana. La escena transmitía una conmovedora candidez, casi enternecedora, como la de quien se enfrenta por primera vez al desencanto. El tono era el adecuado, la pausa precisa, el temblor de la voz justo donde debía estar. Todo resultaba tan perfectamente calibrado que habría parecido casi real… de no ser por la impecable composición de la puesta en escena. Cada gesto, cada palabra, cada pausa, contribuía a la sensación de un momento histórico. El espectador atento, más que convencido, no podía sino admirar la destreza con que se había trazado cada plano de aquella emoción tan oportunamente revelada. Por un momento, hasta pareció espontáneo.
¡Qué contraste con la aguerrida e indignada imagen del 31 de mayo de 2018 en el Congreso de los Diputados, cuando un envalentonado Pedro Sánchez condenaba la actitud de Mariano Rajoy! Entre los muros del hemiciclo, aún resuena el eco de sus palabras:
"Usted ha pedido perdón, pero pedir perdón no es suficiente. Lo que tiene que hacer es asumir responsabilidades políticas [...] La democracia no se conforma con pedir perdón. La democracia exige responsabilidades políticas".
Señor Sánchez: acceder al poder criticando la corrupción ajena exige coherencia al gobernar. Pedir perdón sin asumir responsabilidades políticas —tal como usted mismo exigió a Mariano Rajoy— es la máxima hipocresía política, el mayor ejercicio de cinismo. Quien usó ese principio para desalojar a su antecesor no puede eludirlo cuando el fango salpica tanto a su partido como a quienes lo dirigen. Ítem más: con la debida presunción de inocencia, el Tribunal Supremo ha procesado por revelación de secretos al Fiscal General del Estado propuesto por su propio Gobierno; el Juzgado de Instrucción nº 3 de Badajoz ha procesado a su hermano por prevaricación administrativa y tráfico de influencias; y su esposa está imputada por tráfico de influencias, corrupción en los negocios, apropiación indebida e intrusismo profesional por el Juzgado de Instrucción nº 41 de Madrid.
Si, con una inmensa dosis de buena voluntad —que no de racionalidad—, aceptamos que cuando el presidente del Gobierno dice haber “cambiado de opinión” lo hace con sinceridad, y le otorgamos el beneficio de la duda sobre su desconocimiento de lo que la UCO atribuye a Santos Cerdán, hay una conclusión inevitable: si todo ello ocurrió durante seis años —quizá más— sin que el secretario general del PSOE y presidente del Gobierno se enterase, demuestra que no es capaz de controlar ni su partido ni su Gobierno.
En ese caso, no hablamos de culpa directa, sino de una responsabilidad clara por no saber lo que ocurre bajo su mando. La cosa es simple: si no lo sabía, debe dimitir por ineptitud; si lo sabía y calló, debe dimitir por encubridor. Cualquier otra salida es un claro insulto a la inteligencia de los ciudadanos.
“Señor presidente, si usted no pone fin a su agonía, desgraciadamente acabarán agonizando las instituciones y nuestra democracia.” 26 de julio de 2017.
Nada hay tan contagioso como el mal originado por quienes deberían ser ejemplares, corruptores además de corruptos. Cuando los representantes del pueblo se corrompen, no solo terminan cayendo ellos, sino que arrastran al sistema. En ese punto, la democracia deja de ser tal o queda al borde de su desintegración. Por eso, la lucha contra la corrupción debe ser inmediata, visible y sin dilaciones.
Frente a tantos casos de corrupción, dudas y silencios, uno no puede evitar preguntarse si en el PSOE no hay ya ni siquiera seis hombres honrados que, movidos por un mínimo de decencia y vergüenza, sean capaces de decir ¡Basta! Que entiendan que no puede existir una democracia sana construida sobre la mentira, el silencio cómplice, la obediencia ciega al amo o el cinismo institucionalizado.
Analizando con racionalidad la trayectoria de Pedro Sánchez, resulta inconcebible pensar que pueda llegar a dimitir o convocar elecciones anticipadas si percibe el menor riesgo de perder el poder. Su permanencia no depende de principios democráticos, sino de un cálculo matemático constante: solo se moverá si tiene garantizados los apoyos necesarios para seguir manteniendo el control.
Su forma de actuar no conoce líneas rojas ni barreras que no se puedan saltar: (“Sin Presupuestos no hay nada que gobernar.” febrero de 2018 […] “Está dispuesto a agotar la legislatura y llegar a 2027 sin haber aprobado ningún Presupuesto.” 23 de abril de 2025).
Lo ha demostrado una y otra vez: venga lo que venga, su estrategia no contempla rectificar ni rendir cuentas, sino resistir. Pase lo que pase, cueste lo que cueste y a quien le cueste:
“Pase lo que pase, no daremos ni un paso atrás” 3 de febrero de 2023 […]“Cueste lo que cueste defenderé el escudo social” 15 de junio de 2024 […]“A quien le cueste, que le cueste, porque no vamos a renunciar a nuestra hoja de ruta.” 10 de octubre de 2023.
Mientras resiste, el tiempo juega a su favor. Cada día que gana lo utiliza no para gobernar, sino para maniobrar, buscar resquicios legales o adaptar la ley a sus pretensiones. Con una habilidad que ya se ha hecho rutina, convierte las crisis en oportunidades para fortificar su control.
El paisaje que nos presenta el sanchismo no es solo un terreno político yermo: es una democracia en ruinas. Instituciones como el Congreso o el Senado, reducidas a meros instrumentos de validación de su voluntad personal; el Tribunal Constitucional cuestionado por sus componendas; la Fiscalía General del Estado actuando como defensa oficiosa del Gobierno; la televisión pública convertida en un aparato de propaganda; el CIS usado para fabricar percepciones a conveniencia; y leyes redactadas a medida —desde la reforma del Código Penal hasta el proyecto de ley de acceso a la carrera judicial y fiscal— que, de aprobarse, convertirían a España en una dictadura encubierta con apariencia de democracia.
Hay una película legendaria en la historia del Western: Dodge City, ciudad sin ley.
El deterioro del Estado no es teórico ni simbólico: es tangible. Cuando, como estrategia de distracción, un presidente se aparta de sus deberes institucionales durante cinco días para «reflexionar», evidencia esa misma decadencia. Cuando se impulsan leyes con tramitaciones de urgencia sin debate real a espaldas del Congreso —«Vamos a avanzar con determinación, con o sin apoyo de la oposición, con o sin concurso del poder legislativo» (9 de septiembre de 2024)—, cuando, para asegurarse la investidura, se pacta con partidos que traicionan el orden constitucional y pretenden romper el Estado cuyas leyes juraron defender, la erosión institucional deja de ser excepción para convertirse en norma. Una norma que ha configurado una sociedad recelosa, descreída, radicalizada y enfrentada. Un país en el que muchos ciudadanos ya no creen en la justicia, ni en la separación de poderes, ni en el valor de su voto. Un país donde se admite abiertamente que el gobierno responde únicamente a los intereses de una parte de la población, y la discrepancia se presenta como una amenaza que hay que evitar a toda costa.
("No voy a convocar elecciones simplemente para que la derecha pueda volver a gobernar este país." 12 de marzo de 2024 […] “No vamos a romper la estabilidad de España para ponernos en manos de la peor oposición de la historia democrática de nuestro país, con Feijóo y Abascal.” 16 de junio de 2025).
¡Qué graves afirmaciones! Está negando cualquier principio democrático como lo haría un dictador. Ese es el drama al que se enfrenta España y los españoles. ¿Qué puede ocurrir ante una situación tan crítica? ¡Quién sabe! Las reacciones de Sánchez son imprevisibles: tal vez un nuevo giro, un pacto inesperado, un cambio de escenario que vuelva a colocarle donde siempre ha querido estar —en el centro del poder…— y, si no, el caos. Pero el caos… ya lo es él.
César Valdeolmillos Alonso