Fe y Obras

Ser como niños

 

 

24.01.2014 | por Eleuterio Fernández Guzmán


En una ocasión, cuando a Jesús se querían acercar unos niños para estar más cerca de él, los excesivamente celosos discípulos de Cristo, aquellos que había elegido para ser sus apóstoles, pensaron que no debían molestar al Maestro.

Sin embargo, Jesús, que tenía un amor especial y grande por los más pequeños (a los que, por cierto, tanto desprecio, por poco aprecio, se les tenía) no permitió que aquellos niños se alejaran sin estar con Él. Por eso aquel “dejad que los niños se acerquen a mí” debió sonar, en el corazón de sus apóstoles, como un aviso a navegantes. Y, claro, les dejaron acercarse.

Por eso nos conviene ser, en tantas cosas, como niños.

Precisamente cuando la Iglesia piensa en los niños del mundo y en las carencias que muchos millones de ellos tienen, sólo puede tener presente a los otros niños, a los que en un mundo más “desarrollado” económicamente pueden echar una mano a sus hermanos pequeños.

Por eso se celebra la Jornada de la Infancia Misionera.

Este año 2014 el lema es claro y contundente: “Los niños ayudan a los niños” y se busca, sin duda alguna, que el corazón tierno de los más pequeños de entre nosotros se apiade de aquellos que, como ellos, no tienen, a veces, nada de nada y que llevan una vida pobre en lo material aunque, esto es más que posible, tienen una vida espiritual más llena que los que aquí, entre nosotros viven.

Se debe buscar, también, una reciprocidad interesante: materia a cambio de espíritu, lo que se tiene a cambio de lo que, a veces, se carece: lo tangible a cambio de lo sobrenatural y trascendental.

Por eso, Baptistine Ralamboarison,  de la Secretaria General de la Obra Pontificia de la Infancia Misionera nos pide algo que nos siempre estamos dispuesto a permitir: "Demos voz a los niños; tienen mucho que decirnos y enseñarnos. Ellos son parte de la Iglesia, y parte importante".

Por tanto, si sabemos que los niños también forman parte de la Iglesia que Cristo fundó, no poco importante es que les dejemos el espacio que les corresponde y que, a tenor de lo dicho desde tal Secretaria, no es poco ni poca cosa lo que pueden hacer nosotros, adultos más dados a tener el corazón duro y de piedra.

Y recemos, también con los niños (pues a todos nos conviene ser lo mismo que ellos son) la siguiente oración:

“Amigo Jesús: aunque soy pequeño,
Tú confías en mí para cambiar el mundo,
convirtiendo en gestos misioneros
las cosas sencillas de cada día.
Tú me invitas a compartir
y a pensar en los demás;
a rezar con confianza
y a hablar de Ti a mis amigos;
a ser un niño que ayuda a otros niños,
alegre, agradecido y generoso.
Tu Madre, la Virgen María,
nos enseñó a hacer lo que Tú nos digas.
Por eso, yo quiero escucharte y seguirte,
y ayudar a que te conozcan mis hermanos,
los niños de los cinco continentes.
Te pido que me ayudes a lograrlo
por medio de Santa Teresa del Niño Jesús,
Patrona de las Misiones.”

Compartir, tener confianza, se generosos, agradecidos y alegres…

Los niños, esos hermanos nuestros, a veces tan ignorados.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net