Fe y Obras

El cómo del seminarista

 

 

14.03.2014 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Estamos a punto de celebrar el Día del Seminario que es una fecha importante en la que tenemos más cerca del corazón a aquellos hermanos en la fe que han sabido responder “sí” a la llamada de Dios a servirlo a Él y a su prójimo.

El 18 de octubre de 2010 el emérito Benedicto XVI se dirigía, en Carta, a los seminaristas del mundo, con motivo de la clausura del Año Sacerdotal. Siempre resulta conveniente que una persona como el emérito Benedicto XVI exponga la experiencia que tiene como sacerdote o, lo que es lo mismo, la que ha ido acumulando a lo largo de las varias décadas que lleva siendo pastor de almas.

Les dijo lo siguiente:

1. “Quien quiera ser sacerdote debe ser sobre todo un "hombre de Dios", como lo describe san Pablo (1 Tm 6,11)”.

No deben olvidar, por lo tanto, los seminaristas que la voluntad del Creador ha de estar por encima de todas la posibles mundanidades con las que se les pretenda atraer hacia el mundo.

2. “Para nosotros, Dios no es sólo una palabra. En los sacramentos, Él se nos da en persona, a través de realidades corporales. La Eucaristía es el centro de nuestra relación con Dios y de la configuración de nuestra vida. Celebrarla con participación interior y encontrar de esta manera a Cristo en persona, debe ser el centro de cada una de nuestras jornadas”.

Muy importante es que Benedicto XVI hiciera mención expresa de la Santa Misa sin la cual, como dijeron aquellos mártires de Abitinia (albores del siglo IV), “no podemos vivir”. Por eso les recomendaba no una única expresión exterior a su corazón de cada uno de los momentos de celebración de la Eucaristía sino, más bien o también, una expresión de lo que su corazón tiene como bueno.

3. “También es importante el sacramento de la Penitencia. Me enseña a mirarme con los ojos de Dios, y me obliga a ser honesto conmigo mismo. Me lleva a la humildad”.

La confesión que el sacerdote procura recibir de parte de los fieles es un Sacramento que, a lo mejor, ha sido dejado un poco de lado. Por problemas de tiempo o por lo que sea es fácil constatar que muy pocos fieles se acercan a cumplir con tal Sacramento. Por eso el Papa alemán se vio obligado a escribir que con el mismo no sólo decimos lo que podamos haber hecho de malos sino que, sobre todo, es en los ojos de Dios en los que debemos mirarnos cuando cumplimos con tal obligación.

4. “Sabed apreciar también la piedad popular, que es diferente en las diversas culturas, pero que a fin de cuentas es también muy parecida, pues el corazón del hombre después de todo es el mismo”.

Con esto el emérito Benedicto XVI quiso referirse al hecho de la llamada inculturación que procura que, a pesar de que las diferencias entre las diversas manifestaciones de la forma de ser de los pueblos donde la Iglesia católica camina tiene que haber unas formas y un proceder igual porque igual es, en efecto, “el corazón del hombre”.

5. “El tiempo en el seminario es también, y sobre todo, tiempo de estudio. La fe cristiana tiene una dimensión racional e intelectual esencial. Sin esta dimensión no sería ella misma”.

Si la formación es esencial, en lo tocante al contenido de la fe, para un seglar, mucho más importante es para un futuro sacerdote. Por eso, en el seminario, la misma ha de llevarse a cabo de forma concienzuda porque de ser así, el futuro sacerdote podrá enfrentarse de una forma más integral a las situaciones que, seguro, le saldrán al paso.

6. “Los años de seminario deben ser también un periodo de maduración humana. Para el sacerdote, que deberá acompañar a otros en el camino de la vida y hasta el momento de la muerte, es importante que haya conseguido un equilibrio justo entre corazón y mente, razón y sentimiento, cuerpo y alma, y que sea humanamente "íntegro".

Recomendar, por parte de Benedicto XVI,  que el sacerdote ha de ser una persona íntegra sumamente hablando ha de ir encaminado hacia las posibles desviaciones que pudieran producirse en el desempeño de la función sacerdotal. A nadie se le escapa la situación por la que está pasando la Iglesia católica en los casos de pederastia drásticamente aireados y eso no podía quedar sin decir por parte de quien, con guante de seda pero con mano firme llevó  las riendas de la Iglesia católica.

7. “El seminario es el periodo en el que uno aprende con los otros y de los otros. En la convivencia, quizás a veces difícil, debéis asimilar la generosidad y la tolerancia, no simplemente soportándoos mutuamente, sino enriqueciéndoos unos a otros, de modo que cada uno pueda aportar sus cualidades particulares al conjunto, mientras todos servís a la misma Iglesia, al mismo Señor.”

Quizá el sucesor inmediato del beato Juan Pablo II les profetizó problemas de convivencia dentro del seminario (de los seminarios que en el mundo son) No es, esto, nada raro porque donde se reúnan más de dos personas es posible que las diferencias que pueda haber a nivel que sea pueden llevar, con mayor o menor facilidad, a plantear situaciones difíciles.

Pero, además, manifestó una gran verdad cuando dijo que confía la preparación al sacerdocio de los seminaristas “a la maternal protección de María Santísima, cuya casa fue escuela de bien y de gracia”.

Y esto, ciertamente, es una gran verdad.

Oremos a Dios por nuestros seminaristas, futuros sacerdotes que, desde el Creador, pastorean su grey.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net