Fe y Obras

¿Vivir sin Dios?; sí, pretender vivir sin Dios

 

 

01.08.2014 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Es más que sabido que, desde algunos sectores de la sociedad actual se defiende la posibilidad de apartar a Dios de nuestras vidas y, es más, a hacer como si no existiera. Se tiene, además, como actitud moderna porque, en realidad, lo es. Y por eso es tan nefasta.

Políticamente correcta es la actitud según la cual Dios molesta porque, en efecto, nos impele a llevar una conducta y a defender una doctrina que ni va con el mundo ni es del mundo ni, sobre todo, gusta al mundo.

Así, si somos cristianos, aquí católicos, y hacemos como que lo somos... tal actitud no es bien vista porque, a lo mejor, se entiende que es algo pasada de moda, que ya no se lleva, que es, en fin, de otros tiempos.

Sin embargo, nosotros sabemos que no podemos vivir sin Dios porque hacer tal cosa supondría mantenerse en un vacío espiritual en el que no estamos dispuestos a caer ni nos da la santa gana caer porque sabemos, además, lo que eso significa de cara a nuestra vida eterna (única realidad que vale la pena para el cristiano y para todo ser humano).

¿Quién vive sin Dios?

Vive sin Dios quien no lo conoce o, también, quien, habiéndolo conocido, no gusta de la presencia del Creador en su vida porque le molesta...

En el primer caso bien podemos decir que no existe culpa alguna porque difícilmente puede saber quien no sabe de la existencia del Padre el bien que le hace la misma para su corazón y, en fin, para su vida.

Sin embargo, el segundo caso es el paradigma del olvido intencionado que tiene, casi siempre, sinrazones humanas que lo conducen. Al fin y al cabo querer vivir sin Dios es una forma clara de no sentirse hijo suyo y, entonces, de no verse implicado en lo que tal realidad espiritual supone.

¿Por qué vivir sin Dios?

Para las personas que prefieren vivir sin Dios el compromiso que supone hacer lo contrario es, seguramente, demasiado importante. Si bien Dios no obliga a nadie a llevar a cabo acciones o a realizar unas u otras cosas, no es poco cierto que la fe supone hacerla efectiva en la vida del creyente.

Así, si una persona vive con Dios y, entonces, cumple su Ley, hay realidades con las que no puede estar de acuerdo y eso, hoy día, por mucho que se diga, puede traer malas consecuencias porque la libertad religiosa de la que se predica tanta extensión es menos real de lo que parece,

Por eso algunas personas, hoy día cada vez más, prefieren vivir sin Dios. Es una forma ciega de llevar la existencia pero para algunos corazones a lo mejor es suficiente.

¿Qué se pretende al vivir sin Dios y cuál es el fin de vivir sin Dios?

Lo que se pretenda hacer al vivir sin Dios es algo que bien podemos encuadrarlo dentro del misterio personal de cada cual porque, en realidad, quien toma tal decisión ha de preferir una existencia alejada del bien y, seguramente, muy cercana a la mundanidad.

Por otra parte, el fin de vivir sin Dios está muy alejado de lo que se pretende porque, se quiera o no se quiera, Dios nunca abandona a su creación y siempre está con ella. Bien podemos decir, entonces, que permanece en el plano que la persona quiera darle en su vida pero no por eso lo abandona.

A este respecto no se debería olvidar lo que escribió san Pablo en su Epístola a los Colosenses.  "... no os engañéis, con Dios no se juega, lo que uno siembre eso recogerá".

Al fin y al cabo, quien quiera vivir sin Dios debería saber que Dios no puede olvidar lo mejor de Su obra. Él nos creó y, por eso, no puede hacer, como tales personas hacen, como si no existiesen.

Y eso, se diga lo que se diga, es un gran gozo y es más que triste ver que hay muchos hermanos (todos los somos por ser hijos de Dios la humanidad entera) prefieren mirar para otro lado y hacer como si el Padre no fuera el Padre y como si Dios no fuera más que una nada envuelta en un gran papel misericordioso.

Y eso, se diga lo que se diga, es una forma muy mala de ver las cosas que nos interesan.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net