Fe y Obras

Dejarse llevar por el mundo

 

 

16.01.2015 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Hay veces en la vida en la que es mejor mantener un cauteloso silencio porque, de lo contrario, pueden vérsete las vergüenzas. Si las mismas son espirituales lo que hay en juego es mucho más que el pasar por un momento de ridículo ante tus semejantes.

En el caso de lo sucedido en Paris hace unos días, con la muerte de muchas personas a manos de equivocados musulmanes, ha puesto sobre la mesa lo que hay que hacer en muchas ocasiones.

Ya se ha escrito sobre el hecho ciertamente penoso de que muchos medios de comunicación se han puesto la camiseta partidaria del semanario satírico objeto del inmisericorde ataque terrorista.

Sabemos, también, qué medio de comunicación es el atacado. Y lo sabemos más que bien porque, además, no tienen intención de cambiar su forma de ser porque, más que nada, es su forma de vida. Al menos estamos más que seguros (como ya han hecho a día de hoy) que no dejarán de predicar sus postulados en contra de la religión católica, de sus símbolos y de sus doctrinas.

Esto, en realidad, ya está escrito. Jesucristo ya dijo que seríamos perseguidos por el mundo que, llevado por su Príncipe (más conocido como Satanás) no deja ocasión alguna de zaherir a los hijos de Dios que saben que lo son.

El mundo, su mundanidad y la carnalidad, no busca otra cosa que edificase a sí mismo y a sí misma. Por eso no deja pasar oportunidad que tenga como objeto decir esto o lo otro, dibujar esto o lo otro o, en fin, emponzoñar con su veneno maligno.

No podemos ni debemos olvidar que las cosas son como son. Pero, el caso es que, en efecto, sabemos que las cosas son como son. Y, por tanto, no podemos mirar para otro lado cuando se hacen según qué cosas (repetimos, el mismos semanario ya ha vuelto a mofarse de la religión católica y sin menor atisbo de arrepentimiento ni de perdón posible como han hecho con Mahoma en la portada de su último número)

¿Qué hacer?

Nosotros lo tenemos más que claro: no se puede estar con el mundo ni con sus proposiciones porque, como diría San Josemaría, con la tentación ni siquiera que tratar. No se acepta y punto.

Por eso, todos aquellos que, desde el catolicismo, real o fingido, han perdido una gran ocasión para callar según qué cosas, ya saben qué deben hacer: se llama confesionario porque, en verdad, necesitan una verdadera reconciliación con Dios a quien, indirecta pero seriamente, han zaherido, al apoyar (sin ver más allá de sus narices) a quien continuamente hace mofa y escarnio del Todopoderoso (¡Alabado sea por siempre!)

Pero, incluso, hay algo peor que eso y es que, seguramente, nada va a suceder con tales personas. Seguirán como si nada y hasta la próxima ocasión en la que tengan que manifestar, para desgracia de su propia fe, que no lo tienen nada claro.

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net