Fe y Obras

El laicismo que viene

 

 

16.07.2015 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Los católicos, especialmente los españoles, deberíamos estar más que prevenidos porque en la historia de nuestra patria hemos pasado por tiempos muy similares a los que, por ejemplo, pasaron los hermanos mexicanos allá por la década de los años veinte del siglo XIX donde la cristiandad mexicana tuvo que plantar cara al feroz laicismo del Presidente Calles. ¡Gloria a la Cristiada!

Esto lo decimos porque es evidente que, según somos por estos pagos (y a tal respecto nos conocemos todos) las cosas pueden ir mucho a peor.

El caso es que ahora mismo, en este tiempo en el que vivimos, la situación para la fe católica, no es la mejor ni la más deseable: las virtudes cristianas no son respetadas por casi nadie (católicos incluidos); los gobernantes supuestamente conservadores actúan como feroces perseguidores de la vida humana sosteniendo una ley del aborto exactamente asesina; la enseñanza de la religión católica está siendo arrinconada como si se tratase de algo apestado que es conveniente alejar de uno mismo, etc.

Alguien puede decir que las cosas no son para tanto. A tal respecto, eso lo puede sostener quien esté durmiendo en su fe, quien esté en Babia pasando una larga temporada de vacaciones espirituales o, simplemente, quien sea tibio pero tibio y requetetibio.

Pero no, las cosas están más que mal.

Entonces ¿a qué el título de este artículo?

Resulta sencillo. Estamos mal pero es más que seguro que las cosas van a ir a peor. Y es que en pocos meses se producirán las llamadas Elecciones Generales de las cuales saldrá un Gobierno nacional.

Esto, así dicho, no parece nada anormal. Y es que llevamos algunas décadas de tal tipo de cosas. Y en materia espiritual hemos ido de mal en peor, hemos salido de algo malo para meternos en algo aún más malo y negativo. Y a las pruebas nos remitimos.

Pues bien, al respecto de lo que ha de venir, y según hemos visto en las últimas elecciones autonómicas y locales (gobiernos autonómicos y ayuntamientos o administración más cercana al ciudadano) con la unión de las izquierdas y el establecimiento de gobiernos claramente contrarios a la fe católica (no han tardado en prohibir que se celebren misas en lugares donde hasta ahora se estaban celebrando, por ejemplo) la cosa es como se puede esperar mala de toda maldad. Y es que ya sabemos como suele reaccionar el pueblo que está acostumbrado a dar bandazos de un lado al otro del espectro electoral. Y es tan cierto como que ahora es verano que podríamos apostar mucho y ganar que el resultado de las elecciones del próximo noviembre será la unión de partidos de izquierda y el establecimiento de un Gobierno, reconozcámoslo, de Frente Popular. Y aunque ahora se haga alguno el estrecho, es más que cierto y verdad que es lo que va a acabar pasando.

En España (esto lo decimos para quien no sea nativo de aquí) ya sabemos qué significa eso. Tenemos pruebas más que suficientes del sectarismo laicista que supuso tal cosa en los años treinta del siglo pasado, el XX, donde a raíz de un tal suceso electoral se produjeron mártires por miles. ¡Por miles! Y hoy día se siguen beatificando por cientos…

Pues bien. A pesar de lo apenas aquí dicho y de lo que cualquiera, que no esté durmiendo o viva en el País de Alicia y sus Maravillas, aun habrá católicos que den su voto a partidos de izquierdas y se ganen, con ello, el desprecio de los mismos que resultarán elegidos.

Y es que no podemos llamarnos a engaño: aquí hay mucho cobarde y mucho acomplejado de su fe. Y tales personas son las que, por ejemplo, permitieron la entrada de los moros en tiempos alejados en el que los visigodos gobernaban España y era, la religión católica, la que aquí se seguía. Entonces nos costó unos cuantos siglos echar al mar a los que habían mancillado con la espada y el escupitajo la fe cristiana y habían arrinconado en un lugar de la patria de tantas patrias a unos cuantos locos por el amor de Cristo. Y desde allí surgió la llamada Reconquista.

¿Cuánto tiempo, ahora, tardaremos en quitar los particulares alfanjes legales a los que han de venir? ¿No será mejor que no lleguen a empuñar los boletines oficiales para zaherir a los católicos? ¿Nos limitaremos, sino, a llorar por lo perdido?

Que la luz de Dios se abra paso en los corazones de los fieles católicos de España y haga que cumplan con su deber de hijos de Dios. Ni un paso atrás aunque eso cueste la misma vida. Y es que, como dijo un mártir en tiempos de guerra, a lo mejor nunca estará más barato alcanzar el Cielo.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net