Fe y Obras

Este mes es, y puede ser, muy importante

 

 

01.10.2015 | por Eleuterio Fernández Guzmán


A lo largo de la, ya, milenaria historia de la Iglesia fundada por Cristo y, luego, llamada católica (la verdadera Iglesia de Dios) ha habido momentos importantes que han determinado el resto de su existencia.

Así, por ejemplo, gracias a la predicación de los Apóstoles la fe se difundió por el mundo conocido y, por eso, ahora somos lo que somos. Desde entonces muchas herejías tuvieron ocupados a los teólogos y grandes hombres de nuestra fe (San Agustín, por ejemplo) que supieron defenderla ante las asechanzas de aquellos que la querían pervertir.

Pero fue mucho más tarde, en el siglo XVI, cuando la Esposa de Cristo se tuvo que enfrentar a la autodenominada Reforma. Entonces, fue el Concilio de Trento el que hizo frente a tal envite que quería, y lo consiguió, romper lo que, hasta entonces, había estado unido.

Vemos, por tanto, que no han sido pocos los momentos en los que quienes amaban a la fe católica tuvieron que poner los puntos sobre las vocales que debían llevarlos. No cambiaron ni una tilde de la Ley de Dios porque Cristo dijo que ni uno de ellos debía incumplirse y que había venido a eso… y que por eso murió.

Pues bien, ahora mismo, en el año de Nuestro Señor de 2015, ha llegado un momento también importante para la Iglesia católica, para su doctrina y, claro está, para los fieles que forman parte de la primera y siguen, no siempre bien (eso es cierto) a la segunda.

Como es sabido por la gran mayoría de católicos (aquellos que están mínimamente informados de la fe que tienen) en este mes de octubre va a dar comienzo la, digamos, segunda parte del Sínodo que, sobre la Familia, celebró la primera en octubre del año pasado 2014.

Parece que la cosa no está demasiado bien.

El Santo Padre Francisco dio libertad absoluta para que cada cual dijera lo que tuviera por oportuno. Era una forma de que las cartas se pusieran sobre la mesa. Y eso vino bien porque así se ha visto del pie del que cojea más de uno. Pero también ha servido para que se vean algunas cartas marcadas o, mejor, escondidas, de parte de aquellos que quieren tergiversar la doctrina católica que contempla temas tan importantes como los que se refieren al matrimonio (de hombre con mujer; lo demás no lo es ni puede serlo nunca) y todo lo que tiene relación con el mismo.

Muchas cosas se van a tratar a partir de ya mismo. Nosotros, sin embargo, sabemos que algunas de ellas van a centrarlo todo: la posibilidad de que comulguen los divorciados vueltos a casar civilmente, los llamados matrimonios entre personas del mismo sexo, etc.

El caso es que hay personas que tienen la mala costumbre de decir que lo que le pasa a la Iglesia católica es que mira demasiado los asuntos del sexo y que no debería hacer eso sino aclimatarse al clima que hay. Es decir, aceptar lo que el mundo diga en tal sentido: que sí, que tales divorciados pueden acceder a la Comunión como si nada; que las uniones entre personas del mismo sexo… que muy bien, etc.

Creemos, sin embargo, que tal camino sólo puede llevar a una ruptura en el seno de la Iglesia católica porque sería ir contra su propia doctrina, ¡establecida por Cristo!, y referida en las Sagradas Escrituras (Antiguas y Nuevas). Y si no lleva a eso será aun peor porque querrá decir que el humo de Satanás ha entrado en la misma hasta coparla por completo y llenarla hasta salir por las mismas ventanas que se abrieron hace décadas para que entrara el aire del mundo y entró…¡vaya si entró!

Nosotros, sin embargo, sólo nos queda orar. Y sólo nos queda eso porque está en la mano de los Padres sinodales que las cosas sigan como están y no vayan por otro camino.

Ahora bien, si es necesario mostrar con contundencia nuestra contrariedad a según qué aprobaciones, que no le quepa la menor duda a nadie que así lo haremos si hay que hacerlo. Y es que callar, en tales casos, será mucho peor que mostrar tibieza. Será el abismo.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net