Fe y Obras

Acaba el Sínodo

 

 

22.10.2015 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Todo lo que empieza tiene la tendencia a terminar, a acabar. Y eso es lo que va a pasar con el Sínodo que se está celebrando en Roma (digamos que la segunda parte o continuación del que tuvo lugar hace un año en la Ciudad Santa) desde el pasado 4 de octubre. Y tiene fecha de caducidad: 25 de octubre.

Han pasado, pues, tres semanas desde que el Santo Padre diera apertura a la reunión de nuestros pastores que en el Vaticano están tratando de dilucidar temas muy importantes relacionados con la familia, institución elemental y básica de la sociedad sin la cual nada sería lo que es o, simplemente, todo sería nada.

En realidad, sabemos poco de lo que allí ha pasado. Eso, en sí mismo, es mala señal. Y es que cuando alguien quiere tratar de temas que afectan a millones de personas no es lógico que se sepa con cuentagotas lo que se habla y discute. Y tal es así porque ya me dirán ustedes qué vamos a pensar los fieles católicos cuando se nos diga lo que se nos diga por parte de quien tenga que decirlo si no hemos sabido nada de cómo se ha llegado a la conclusión a la que se haya llegado. Demasiado oscurantismo al respecto.

Sin embargo, sabemos que se han tratado temas muy importantes que tienen todo que ver con el devenir mismo de la Iglesia católica. Temas como el posible acceso a la comunión sacramental (la espiritual no la han perdido) de aquellos fieles católicos que se han divorciado (no ha habido nulidad eclesiástica) civilmente y han contraído nuevo matrimonio, todo lo relacionado con las personas de tendencia homosexual, etc.

El caso es que tales temas son esenciales para que la doctrina de la Esposa de Cristo siga siendo la que es. No es que no pueda cambiarse porque de haber intención de cambiarla… será cambiada. Sin embargo, eso puede suponer un duro golpe al sentido mismo de la Iglesia que fundó Cristo y que, con el tiempo, se acabó llamando católica.

Esto, a lo mejor, así no se hace pero hay algo mucho peor que tendrá, de aprobarse, consecuencias muy graves: la descentralización.

Alguien debe haber creído que en el seno de la Iglesia católica pueden aplicarse soluciones mundanas. Y lo hacen olvidando que no se trata de una institución humana sino divina y que requiere soluciones divinas y no humanas. Por tanto, inspiradas por el Espíritu Santo y no por las modas, el mundo o el siglo. En fin, lo hodierno.

Esto lo decimos porque con la tal descentralización sólo se puede pretender que cada cual decida lo que bien le parezca según sus propias circunstancias. Así, por ejemplo, en Alemania seguramente se aprobaría la comunión sacramental de los divorciados vueltos a casar, todo lo relacionado con la consideración de las personas homosexuales, etc. En otras diócesis eso no pasaría porque querrían seguir manteniendo la doctrina tradicional que es doctrina, precisamente, por haber sido tradicional…

Todo esto sólo puede terminar mal. Y es que cuando cada cual hace lo que le parece todo acaba pareciendo muy… protestante.

¿No se dan cuenta aquellos que quieren eso que es lo que pasa desde que Lutero inició aquella mal llamada Reforma? Es decir, entre los protestantes priva lo que a cada cual le parece porque no tienen ni Tradición ni Magisterio. Cada uno, pues, va a lo suyo. Por eso hay tanta dispersión de iglesias protestantes y por eso la unidad es absurda.

Eso es lo que quieren algunos. Lo malo es que, a lo mejor, también lo quiere quien no debería quererlo nunca.

Y creo que nos explicamos bastante bien.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net