Fe y Obras

 

Porque Dios quiso es Inmaculada

 

 

 

07.12.2018 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

 

Nosotros, los que militamos (pues somos miembros de la milicia de Cristo) en el seno de la Iglesia católica, tenemos la obligación espiritual de tener algunas cosas más claras que otras. Es decir, las hay que sí, que es posible poder discutir porque, a lo mejor, no tienen toda la claridad del mundo pero hay otras sobre las que no cabe discusión posible. Y una de ellas es la inmaculada concepción de María, Madre de Dios y Madre nuestra.

Sí, nosotros la llamamos Inmaculada no por capricho o por decir que es una Madre tan especial que no queremos mancha alguna en ella y sobre ella. No. El caso es que no es cosa nuestra sino de Dios. Sí, el mismo al que dicen someterse muchos que, en otras iglesias, digamos, protestantes, no tienen por bueno o por demasiado bueno, el amor que tenemos los católicos por la Virgen María.

Estamos más que seguros que los creyentes que así piensan, en realidad, creen más bien poco si no es que tienen de estas cosas una visión más que equivocada. Pero a nosotros nos basta con creer que es, precisamente, lo que les falta a tales personas para poder ser llamadas, de verdad, cristianas.

Ahora, sin embargo, no vamos a entrar en caminos tan trillados como los que suponen tales comportamientos. No nos interesa para nada hacer eso porque ¡allá cada cual con sus errores! Nosotros, al contrario, nos vamos a referir, precisamente, a la Santísima Virgen María y a su ser Inmaculada.

A cualquiera que tenga dos dedos de frente y se diga discípulo de Cristo se le ocurre pensar que la madre de Dios, de “su” Dios (en realidad, no hay otro que no sea el Todopoderoso, Adonai, Dios de los Ejércitos) no podía tener pecado. Y es que tenerlo suponía una afrenta a Dios como es toda acción u omisión sobre la que caiga tal definición.

A nosotros, que conocemos un dogma como es el de la Inmaculada Concepción de la Virgen María (fue concebida sin pecado alguno y, claro, por tanto, sin el original que es el que todos llevamos, digamos, “de fábrica y en serie”) nos gusta estar seguros de una cosa sobre la que, ni siquiera, podemos discutir: Dios quería a su Madre, a quien iba a serlo en el momento oportuno (y ya sabemos cuándo porque estamos en tiempo de espera, de Adviento) con el alma limpia. Y es que, de no ser así, se le podría aplicar eso que dice el salmista (en el salmo 50 lo dice) acerca de que “pecador me concibió mi madre”. Y eso, como es fácil pensar no era posible de ninguna de las maneras porque ¿cómo iba a ser posible que Dios naciese de mujer sobre la que hubiera caído la mancha del pecado?

Todo esto, además, cae por su propio peso y nos hace pensar que quien crea otra cosa o, simplemente, no crea en absoluto en la Inmaculada Concepción de María está a otra cosa pero, en realidad, ni sabe qué fe dice tener o, si no tiene ninguna ¿qué más le da tal verdad?

Nosotros creemos, por tanto, que Dios podía hacer que aquella niña que iba a ser su Madre, fuese concebida sin el pecado original; Dios quería (incluso, digamos, por necesidad intrínseca) que eso fuera posible y, acabando aquella retahíla de realidades espirituales y reales, hizo que eso sea posible. Y ya está.

El caso es que se suele confundir con demasiada facilidad el hecho de no saber el cómo, lo misterioso que tiene todo esto, con querer demostrar que eso no fue posible. Y es que a quien es demasiado materialista no se le pueden plantear según qué tipo de cosas o realidades. No. A tales personas (sean religiosas o no) lo único que les vale es lo palpable y, claro, como es fácil imaginar, que una recién nacida haya sido concebida sin el primer pecado cometido por Adán y Eva… en fin, como que no les cuadra. Les basta lo que pueden tocar y demostrar que es la forma más directa hacia la ignorancia y la falta de respeto al prójimo por lo que cree.

A nosotros, como decimos, que nos gusta creer que Dios, que es Todopoderoso y que quiso que la cosas fueran como fueron… ¡qué quieren que les diga! Nos basta y es suficiente con saber que, como suele decirse, quien hizo lo más (la propia creación del ser humano) podía hacer lo menos y que algún ser humano, ahora María, decimos nazca sin el pecado original. ¿Es que eso es imposible?

Bueno, para mentes alejadas de la Verdad, a lo mejor es imposible pero para nosotros, que creemos en la Verdad y a Ella nos acogemos… en fin, no es que sea posible sino que es lo más natural (por original, por quien de Quien viene) del mundo, digo, de la eternidad.

¡Ah, por cierto!, sería mejor que los protestantes, en vez de protestar tanto, creyesen más. A lo mejor se les abren las puertas del Cielo un poco mejor y no están así, entreabiertas como si sí pero que no. En fin, allá cada cual con lo que crea pero en esto, no creer en esto, es algo más que grave. ¡Con lo fácil que es decir sea!

 

Eleuterio Fernández Guzmán
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