Fe y Obras

 

El católico J.R.R. Tolkien

 

 

 

15.10.2020 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

 

A quien más y a quien menos le suena el nombre de Tolkien y sabe que escribió algunos libros de los cuales dos de ellos, a saber, El Hobbit y El Señor de los Anillos se han llevado a la pantalla cinematográfica con un éxito bastante sonado. Hay quien dice, sin embargo, que se trata de adaptaciones poco adecuadas de la obra del maestro de Oxford pero eso, digamos, son gustos particulares sobre lo que, como dice el refrán, no hay nada escrito.

Aquí traemos a J.R.R Tolkien porque el bueno de Ronald era católico y, además, un ferviente católico. Y lo demostró en sus obras.

Es bien cierto que cuando se escribe, por ejemplo, del Padre Nuestro, del Credo o se dedican páginas y páginas a poner negro sobre blanco lo que haya que poner sobre teología, nadie se extraña de que lo que tiene entre manos y se lleva a los ojos y al corazón sea, eso, doctrina católica o, en todo caso de la vertiente cristiana que quiera que sea.

Sin embargo, Tolkien lo hizo todo, digamos, mejor.

Decimos esto porque el mismo autor de las obras citadas arriba dejó dicho que cuando revisó El Señor de los Anillos se dio cuenta de que había escrito una obra católica.

¿?

Podemos pensar que, como era católico, era fácil que pudiera demostrarlo, escribiendo, por eso mismo, una obra donde la doctrina propia del catolicismo se viera reflejada. Pero no hizo eso sino que, como decimos arriba, lo hizo mejor.

Esto lo decimos porque cuando se hace algo, por ejemplo, escribir El Señor de los Anillos, desde un punto de vista católico pero sin que eso diga lo que se supone que debe decir (por ejemplo, no sale templo alguno en toda la obra y, ni siquiera, se hacen referencias religiosas en sus muchas y más páginas) se tienen que hacer muy bien las cosas para que, en el fondo, se pueda decir que nos encontramos ante un texto católico. Y Tolkien padre lo hace.

Lo que hace este buen hombre, católico de fe arraiga en su corazón desde una infancia trágica donde perdió, muy pronto, a su padre y demasiado pronto a su madre (que fue la que se convirtió al catolicismo viniendo del anglicanismo) es que los personajes, las acciones que llevan a cabo y, en fin, todo el entramado que se va sucediendo a lo largo de la obra tiene el reflejo perfecto de la doctrina, valores y principios católicos que, seguro, muchos pueden considerar arcaicos y muy pasados de moda.

Esto lo decimos porque cuando se respeta la palabra dada, el honor tiene una importancia notable, se es fiel a un principio aunque el mismo lleve a la muerte, el amor ha de prevalecer siempre sobre las circunstancias de la vida y, en fin, cuando se hace todo lo posible para cumplir con lo que se había prometido cumplir… bien podemos decir que si bien no se esté utilizando, expresamente, terminología católica, en el fondo se están cumpliendo una serie de valores y principios que son católicos y más que católicos que llegan a todo aquel que los lea aunque pueda no ser, precisamente, de su misma fe.

J.R.R. Tolkien era católico y así lo refleja, no sólo en su obra, sino en las Cartas que envió a las más diversas personas, entre ellas a su hijo Christopher que fue quien, a su muerte, continuó con el legado de su padre y publicó muchas obras que no habían podido ver la luz por las más diversas circunstancias y que falleció el 16 de enero de este año 2020 a la edad de 95 años.

Sobre esto podemos decir, con gozo, que hay movimientos para que se abra la causa de beatificación de quien, bien podemos decir, fue siervo de Dios porque lo sirvió a través de su vida y su obra escrita gracias, también debemos decirlo, al P. Francisco Xavier Morgan y Osborne, a la sazón sacerdote de nacimiento español (había nacido en el Puerto de Santa María, Cádiz) pero que se trasladó a Inglaterra y fue quien se hizo cargo de los hermanos Tolkien (Hilary y Ronald) cuando falleció la madre de ambos, Mabel Tolkien. Y nosotros nos sumamos humildemente a la misma y nos adheriremos a ella cuando las autoridades eclesiásticas lo tengan por oportuno.

Desde aquí, de todas formas, damos las gracias a J.R.R. Tolkien por haber mostrado y demostrado que se puede ser católico, también, así.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net