Fe y Obras

 

Sobre tradición y conservadurismo

 

 

 

21.01.2021 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

 

Digamos, para entendernos, que la “traditio” es una especie, por decirlo así, de institución de Derecho romano que viene a estar referida a la “entrega”, a lo mejor, de una cosa. Tiene un sentido, por tanto, de continuidad porque cuando algo se entrega no es para que desaparezca sino para que continúe su ser y su sustancia siga siéndolo.

Esto lo decimos porque cuando hablamos de “tradición” nos estamos refiriendo a algo que no es nuevo, que no se ha inventado hoy o ayer sino que tiene su solera, sus años, en el mundo y que, por tanto, se ha aceptado como algo bueno y mejor.

Todo esto, claro está, tiene mucho que ver con lo que supone eso del conservadurismo pues, para que algo siga siendo lo que es, sin duda alguna, se ha de conservar pues, de otra forma, difícilmente podrá seguir siendo.

Aquellas personas que creen que el progreso supone romper con todo lo anterior, lo único que hacen, en todo caso, es tergiversar la realidad de las cosas y pretenden, sobre todo, imponer unos criterios que sin duda han de ser modernos y modernistas. Y no; nosotros aborrecemos, lo debemos decir con franqueza, el modernismo con todas sus sustancias y realidades.

Lo moderno no es, sino, lo que ocurre ahora mismo y casi ahora mismo. No tiene en cuenta ni el pasado ni lo que supone, por ejemplo, la costumbre que tanto bien hace a la humanidad cuando no hay norma que aplicar. Sin embargo, para el moderno, todo lo que no esté de rabiosa actualidad deja de tener sentido y pasa, automáticamente, al cajón donde se mete lo carca, lo pasado y, en fin, todo aquello que no se quiere ver, como se dice, ni en pintura…

Ante esto, aquellas personas que nos definimos como conservadoras y tradicionalistas no podemos hacer otra cosa que apelar al bien de lo que hizo y ha hecho bien a lo largo de la historia y a sostener que lo bien hecho, bien hecho está y, claro, debe seguir haciendo bien. Otra cosa sería romper con lo que entendemos ha sido bueno para la humanidad y, por tanto, debería seguir siéndolo.

Grosso modo podemos decir que desde que la infausta Revolución Francesa se llevó a cabo todo ha ido de mal en peor y nada de lo que surgió de ella ha venido bien, en el fondo, a la humanidad. Y no tenemos que traer aquí muchas pruebas pues lo único que hace falta es que cada cual mire a su alrededor y, en general, al mundo, para que aprecie por dónde van las cosas y hacia qué abismo nos llevan las mismas.

Los cristianos, aquí católicos, creemos que hay cosas que han sido muy buenas y que no deberían ser dilapidadas o, simplemente, olvidadas como algo del pasado. Así, por ejemplo, si siempre se ha estado en contra del aborto, ahora no podemos decir que está bien, que si es un mal menor o cualquier otra excusa que podamos poner; y si siempre se ha estado a favor de la vida, no vamos ahora a decir lo contrario y que matar, en según qué circunstancias y bajo el amparo de las normas y los reglamentos… bueno, que tampoco está tan mal…

No. En realidad, ponerse de perfil o esconder lo que somos no hace nada bien a lo que somos y lo único que va a conseguir es que dejemos de serlo para mimetizarnos con el ambiente, algo así como para ser aceptados por el mundo y olvidando aquello que dijo Jesucristo acerca de que si a Él lo habían perseguido…

En fin… con esto queremos decir que ponerse al lado de las mundanidades no nos va a hacer más graciosos o aceptados; en todo caso, nos hará más cobardes y menos discípulos de Cristo y, a la vez, nos ganaremos el desprecio de aquellos que queremos que nos acepten pues verán que somos muy maleables y tibios. Y ya sabemos qué dice Dios de los tibios y de dónde los vomitará...

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net