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¿Sigue existiendo la familia?

 

Francisco Rodríguez Barragán | 16.06.2015


Vivimos inmersos en una realidad que nos aturde, que se nos impone, que quizás no nos gusta, pero que aceptamos resignadamente. Las cosas son como son, nos repiten unos y otros, mientras nos encogemos de hombros y solo nos inquietamos cuando nos vemos metidos en problemas económicos, laborales, familiares o de salud.

Es necesario abrir bien los ojos para ver la vida que nos rodea, la de verdad, sin conformarnos con verla en la pantalla del televisor que, casi siempre, nos ofrece una realidad manipulada o un entretenimiento alienante.

Hay que abrir bien los ojos para vernos en primer lugar a nosotros mismos, para averiguar si somos lo que hemos decidido ser o si otros ya decidieron por nosotros, si nuestras ideas son de verdad nuestras o son otros los que las han metido en nuestra cabeza. Las preguntas básicas ¿quién soy yo? ¿Cuál es  el sentido de mi existencia? ¿Qué puedo esperar? ¿Para qué vivo? ¿Amo y soy amado? Responderlas es más interesante que cualquier examen.

Normalmente, hasta ahora, las personas tenían padre y madre, hermanos, primos, abuelos, formaban parte de una familia de sangre. Pero ¿sigue existiendo la familia? Claro que existen familias, gracias a ellas muchos están sobreviviendo a la crisis, pero quizás está en proceso de extinción. Esto hay que verlo con atención ya que en ello nos jugamos el futuro.

Las cosas empiezan a cambiar cuando cambian las palabras. Podemos observar que se habla más de pareja que de matrimonio. Las parejas pueden formarlas un hombre y una mujer, o dos hombres o dos mujeres. La aceptación social de la palabra pareja como personas que viven juntas frente a la palabra matrimonio, tiene su importancia. Hablar de matrimonio ha sido siempre hablar de un compromiso estable, de una familia en marcha, de una situación legalmente reconocida. Hablar de pareja ahora es vivir juntos para disfrutar el uno del otro con las menos obligaciones posibles y si no nos va bien pues a buscar otra pareja y vuelta a empezar. Naturalmente si llega algún embarazo, por equivocación, será un problema a resolver, a menudo en perjuicio del niño.

No exagero. Si los matrimonios con cobertura legal se rompen con toda facilidad y frecuencia hasta llegar a tantas rupturas como enlaces, las parejas que simplemente conviven se romperán con mayor facilidad ya que no hay que andar de juzgados salvo que haya que decidir quién se queda con el niño.

El Instituto de Política Familiar publica sus informes con datos de nupcialidad, natalidad y abortos. Baja la nupcialidad y la natalidad, es decir, somos una sociedad de viejos y los abortos crecen, la vida no se respeta y no hay más remedio que hablar de que no puede sostenerse el tan manoseado estado de bienestar.

El Instituto Nacional de Estadística publica datos acerca del número de hogares con una o dos personas, hogares de personas jóvenes sin niños o de ancianos que viven solos. Nadie parece ver la situación, marchamos hacia el abismo mientras que, como en el Titanic, sigue sonando la música.

No sé si estamos a tiempo de reaccionar pero, por favor, abramos los ojos a una realidad más inquietante que el griterío político o las estadísticas económicas.  Si estoy equivocado y las cosas son de otra manera díganmelo, se lo agradeceré.

 

Francisco Rodríguez Barragán