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El mundo y los cristianos

 

Francisco Rodríguez Barragán | 25.08.2015


Muchos cristianos bien intencionados están empeñados en llegar a algún tipo de compromiso con el mundo, a descafeinar el mensaje de Jesús para que no se note la oposición entre las opiniones del mundo y las del evangelio, pensando que así viviremos pacíficamente y seremos aceptados por los poderes que hoy señorean a las naciones.

Me parece una enorme equivocación querer jugar a dos barajas, seguir confesándonos creyentes y compartir los valores mundanos, cuando Jesús ya advirtió a sus seguidores de la radical incompatibilidad diciendo poco antes de ser detenido que el mundo nos odiará porque no somos del mundo y pidió al Padre que no nos sacara del mundo sino que nos guardara del Maligno.

Este Maligno es el mismo que tentó a Jesús proponiéndole darle todos los reinos del mundo si postrándose ante él lo adorara. La tentación sigue repitiéndose con los que siguen a Jesús y muchos caen en la trampa y creen que pueden hacer compatibles el mundo y el evangelio.

El enorme desarrollo de la ciencia, en lugar de llevarnos a la contemplación de las maravillas de un universo que no ha sido creado por el hombre sino por Dios, nos lleva a negarlo para ser como dioses. Si Dios no existe el hombre es dios y puede organizar el mundo como le parezca, incluso destruirlo.

El mundo ofrece soluciones políticas y económicas muy diversas, sin que ninguna haya podido garantizar la mejora integral de la humanidad, incluso proclama que hay demasiada gente en el planeta y hay que reducir la población. Ni siquiera en aquellas partes del mundo donde temporalmente se ha conseguido ofrecer un estado de bienestar, exclusivamente material, existe seguridad de que sea sostenible.

El programa de Jesús es realmente opuesto a los valores del mundo de su tiempo y de cualquier tiempo, por ello fue condenado y ajusticiado, pero su resurrección acreditó que El era el camino, la verdad y la vida.

El mandato de Cristo, el Hijo de Dios, a sus seguidores fue ir al mundo entero para pregonar la buena noticia y hacer nuevos discípulos, enseñándoles a guardar lo que él había mandado, junto a su promesa de que estaría con ellos hasta el fin de los tiempos.

Por eso más que andar buscando compromisos con el mundo tenemos que seguir su programa que llama dichosos a los que eligen ser pobres, a los que sufren, a los desposeídos, a los que tienen hambre y sed de justicia, a los que son misericordiosos con sus prójimos, a los que tienen el corazón limpio de odios, a los que trabajan por la paz, a los que viven perseguidos por su fidelidad, a los que son perseguidos y calumniados por ser cristianos. Esto es ser sal de la tierra y luz del mundo.

Los cristianos tienen que ser los que van mucho más allá de la ley. Se dijo desde antiguo no matarás y si uno mata será condenado por el tribunal, pero Jesús ordena que todo el que trate con ira a su hermano o lo insulte también será condenado; se dijo no cometerás adulterio pero Jesús nos dijo que quien mira a una mujer casada con mal deseo ya adulteró en su corazón.

El capítulo 5 del evangelio de Mateo puede leerse con provecho por quien quiera ser cristiano de verdad.

 

Francisco Rodríguez Barragán