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El intervencionismo y los derechos ciudadanos

Una reflexión sobre el derecho a la educación de un ciudadano corriente

 

Francisco Rodríguez Barragán | 11.02.2017


 

Todos los partidos, con independencia de su color, son declaradamente intervencionistas. Es el estado y no la sociedad quien decide lo que, según ellos, pueda ser bueno para nosotros. Por este camino nos vamos aproximando cada vez más al totalitarismo.

En el tan cacareado estado del bienestar, que todos dicen defender, se ofrecen a los ciudadanos, entre otros, tres derechos básicos: la educación, la salud y la seguridad social.

Podemos reflexionar sobre la realidad de tales derechos. Empezaré por la educación y en sucesivos artículos abordaré la salud y la seguridad social, desde el punto de vista de un ciudadano corriente.

 Según yo lo veo, la educación corresponde a los padres y al Estado la instrucción. Recordemos que el ministerio correspondiente se denominó antes Ministerio de Instrucción pública, aunque muchos no lo sepan. Al mezclar la educación y la instrucción, el papel de la familia ha ido perdiendo peso y quizás haya mucha gente instruida pero bastante maleducada.

El abandono escolar se da en todos los niveles y en los informes PISA no quedamos entre los mejores, pero la pretensión de mucha  gente joven es que se le facilite el botellón, no ya de fin de semana, sino de media semana.

Las viejas normas de urbanidad que se aprendía en la casa ahora parece que nadie las enseña ni se practican. Dejar el asiento, ceder el paso, presentarse correctamente vestido, son antiguallas en desuso.

Que  cada familia pudiera elegir el colegio para sus hijos de acuerdo con sus convicciones y creencias, pareció resolverse con la enseñanza pública o concertada, pero el sistema ya está en crisis en perjuicio de la concertada.

La transferencia de la educación a las autonomías me parece un desastre sin paliativos, donde cada una hace de su capa un sayo y con la excusa de la educación para la ciudadanía, están introduciendo la iniciación sexual, que debía corresponder a sus padres, y hasta la ideología de género incluida la  elección de sexo como algo progresista, que no lo es. Por supuesto rechazan cualquier reforma educativa que signifique algún control sobre los resultados.

Pero en la medida en que todos los colegios dependen económicamente de la administración pública, ésta tiene siempre la última palabra, salvo que lleves a tus hijos a un colegio privado y pagues la educación dos veces: la cuota del colegio y lo que has pagas de impuestos que no te van a devolver. El sueño del cheque escolar como forma de elección de centro, no pasó de sueño.

La igualdad de oportunidades respecto a la enseñanza media y superior se ha venido aplicando no solo de entrada sino también de salida. Todo el mundo tenía que ser licenciado universitario, con independencia de su mérito y capacidad. Para paliar eso se inventaron los másteres que hay que pagar quienes puedan hacerlo. Se acabó la igualdad.

 Muchos titulados no encuentran trabajo de su titulación y así podemos tener licenciados ejerciendo de camareros y otros, sin estudios, ocupando plaza de parlamentarios nacionales o autonómicos o de concejales y alcaldes, basta con afiliarse a cualquier partido y conseguir que los que mandan te incluyan en la lista correspondiente.

Mientras tanto el país va envejeciendo y no nacen niños. Para muchos el estado del bienestar es disfrutar de la sexualidad y no tener hijos que te compliquen la vida y si llegas a tenerlos que los eduque el Estado desde la guardería infantil.

 

Francisco Rodríguez Barragán