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El derecho a la salud

Lo que pienso como usuario ante nuestro sistema de salud

 

Francisco Rodríguez Barragán | 17.02.2017


 

El derecho a la salud en un estado intervencionista como el nuestro ha sido diseñado como universalización de la asistencia sanitaria, de lo que nuestros políticos se sienten muy orgullosos, quizás con razón, pero como usuario del sistema quiero hacer algunas reflexiones.

Durante la mayor parte de mi vida afortunadamente no tuve que ir al médico pero al llegar la vejez compruebo que el sistema de salud no es tan maravilloso como creía. La libre elección de médico, el envío a especialistas, los problemas odontológicos o la prescripción de medicamentos no me resultan totalmente satisfactorios.

El médico de familia, el de medicina general, me lo cambian con frecuencia, sin aviso alguno y la satisfacción de contar con un médico que conoce mis dolencias resulta bastante intermitente. Cada vez que llega uno nuevo tiene que estudiarse mi historial médico, sin quiere y tiene tiempo. Al parecer el tiempo que debe dedicar a cada enfermo resulta tasado y si entiende que debe derivarme a un especialista he de pedir la oportuna cita, que puede ser dentro de ocho o diez meses. En algunas ocasiones me prescribe algún producto con advertencia de que tendré que comprarlo en la farmacia por no estar incluido entre los medicamentos que van a cargo del sistema.

En cuanto a la odontología, nuestro derecho no abarcó nunca la ortodoncia de los niños ni la endodoncia de los mayores ni, por supuesto, las prótesis. La oftalmología me parece buena, incluidas las intervenciones quirúrgicas, pero las gafas siempre han sido y son por nuestra cuenta.

Cuando las dolencias exigen hospitalización, cirugía o fisioterapia las demoras, hasta que te avisan, suelen ser notables, salvo que se trate de una urgencia, por falta de camas, por tener plantas cerradas en verano y cosas por el estilo, pero el que espera ser intervenido, naturalmente se desespera por la tardanza. Quizás por todo esto se nos denomina más como pacientes que como enfermos.

No hay duda de que la organización hospitalaria puede ser complicada y ahora están en candelero los problemas andaluces. A veces creo que se hacen las cosas, las inversiones, los proyectos, pensándolo todo desde la política partidaria: hacer cosas grandes, que se vean, que nos den votos, fama o lo que sea y después surgen los conflictos que sufren los usuarios.

El modelo sanitario que nos viene impuesto desde arriba, modulado además por cada autonomía, no deja ningún espacio para la libertad de elección de otro  modelo por el ciudadano, aunque, por ejemplo, los funcionarios de la administración central pueden elegir entre varias compañías aseguradoras y el sistema de salud general y cambiarse de una a otra si no reciben la atención que esperan. ¿Por qué no se eligió este sistema para todos?

Por supuesto que la máxima libertad sería acudir al médico que nos pareciera y abonarle sus honorarios, lo cual no está al alcance del bolsillo  de la mayoría de los ciudadanos que necesitan tener asegurada la asistencia médica, pero ¿solamente con nuestro sistema general de salud o podría ser de otra manera?

 

Francisco Rodríguez Barragán