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Cui prodest?

Este aforismo puede sernos útil para enjuiciar las noticias que recibimos

 

Francisco Rodríguez Barragán | 10.03.2017


 

Comienza la cuaresma y en su primer domingo se lee que Jesús, después de ayunar cuarenta días fue tentado por el diablo. Mucha gente se declara católica, según las encuestas del CIS, muchos menos van a misa los domingos y creer en Dios ¡vaya usted a saber! De lo que estoy más seguro es que casi nadie cree seriamente en el diablo.

Pero el diablo, Satanás y sus secuaces existen, pero como tienen una inteligencia muy superior a la de los hombres han conseguido pasar cada vez más desapercibidos, por lo que se mueven con toda libertad en nuestro mundo y manejan a los mortales desde todos los bandos, desde el bando de los buenos y el de los malos.

Lo bueno y lo malo, el trigo y la cizaña, está tan mezclado que no nos ponemos de acuerdo, lo que unos creen bueno los otros lo creen malo y al revés. Unos creen que el aborto es un avance social a favor de las mujeres, otros piensan que tal cosa es un crimen horrendo. Unos piensan que la familia es una rémora para el nuevo orden mundial (NOM) otros piensan que la familia es la base de la sociedad y su destrucción nos lleva al caos.

La ideología de género, impulsada desde los más altos organismos, es la más alta realización de los derechos humanos para unos y para otros se trata de imposición malvada e intolerable. Lo mismo podemos decir de las corridas de toros, de los derechos de los animales, del calentamiento global o de los problemas de los inmigrantes.

¿Quiénes son los buenos, quienes son los malos? Los malos, para cada uno, son siempre los otros, a los que hay que combatir con todas las armas a nuestro alcance. Pues Satanás y sus diablos sacan partido de los dos bandos haciendo crecer el odio por todo el planeta pues son más astutos que los hombres. Es casi seguro, si nos creemos buenos y cargados de razón nos dedicamos a combatir a los que consideramos malos. Cada bando es enemigo declarado del otro y Satanás disfruta viendo como nos agredimos con odio y saña.

Jesús nos ofrece una solución de la que apenas hacemos caso: amar a nuestros enemigos, que son también nuestros prójimos, nuestros hermanos. Si nuestros enemigos fueran una encarnación del mal Jesús no podría habernos dado su mandato, los otros tienen que ser un bien para nosotros y no a quienes destruir: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan y calumnien. ¿Es esto lo que hacemos? Más bien tratamos de agredirlos de palabra y de obra, los llevamos a los tribunales y deseamos con toda el alma  que sean condenados.

En esta mescolanza en la que todos creen ser buenos, la única manera de serlo de verdad sería cumplir el mandato de Jesús y no responder al odio con el odio sino con el amor. Por supuesto que es algo difícil pero el mismo Jesús que nos dio el mandato también nos ofreció la ayuda de su Espíritu si  la pedimos con humildad. Como oí decir a un viejo cura  “el evangelio está por estrenar”.

Para los que no quieran escuchar a Jesús les recomiendo el poema If de Kipling en el que, entre los consejos que da a su hijo, para que sea un hombre auténtico, le dice que si se siente engañado no pague con mentiras o si se siente odiado no odie él a su vez.

 

Francisco Rodríguez Barragán