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Jóvenes españoles entre dos siglos (1984-2017)

 

Cada vez hay menos jóvenes y más viejos

 

 

 

Francisco Rodríguez Barragán | 08.01.2018


 

La Fundación Santa María de la editorial SM ha presentado el informe “Jóvenes españoles entre dos siglos (1984-2017). Un concienzudo estudio de la juventud española y su evolución desde 1984, fecha del primer informe.

Su lectura me ha parecido sumamente interesante. Sirva este artículo de invitación a leerlo, pues sería pretencioso por mi parte hacer un comentario solvente de su contenido por lo que me limitaré a unos pocos datos que me han llamado particularmente la atención.

El primer dato es la disminución imparable de jóvenes y simultáneamente el aumento de personas mayores. Si los que cumplieron 18 años en 1993 eran unos 670.000, los que han cumplido  dicha edad en 2017, los nacidos en 1999, solo son 378.000, es decir apenas un poco más de la mitad. Este dato es mucho más grave que las variaciones económicas con las que nos bombardea el gobierno de forma constante.

Nuestro presente demográfico con una disminución de población que se va repitiendo en los últimos años es altamente preocupante y aun más nuestro futuro. Si no hay reemplazo de jóvenes, somos un país cada vez más envejecido, como casi toda Europa, empeñado en suicidarse. ¿Cómo podrá hacerse frente al creciente gasto asistencial de una población envejecida? Todos los cálculos en los que se apoyaba el “estado de bienestar” ─del que cada vez se habla menos─ no sirven para nada.

La idea de que la pérdida de población puede resolverse con la emigración tampoco parece que funcione, como pensó algún inefable político. Quizás los emigrantes hispanoamericanos se asimilen sin esfuerzo a los españoles, pero rumanos, africanos o marroquíes no se han asimilado en los sitios donde se han ido aposentando. Más que compartir nuestros valores y costumbre vienen dispuestos a mantener con sus connacionales sus propias normas culturales y religiosas, creando guetos crecientes. El multiculturalismo no funciona, simplemente esperan  a sustituirnos.

Otra cosa que me ha llamado la atención del informe de SM es el relativo a los valores morales, finales y confianza en las instituciones en los que se constata un desgaste acelerado.

En todos los estudios realizados desde 1984 aparece como lo más importante para la casi totalidad los jóvenes encuestados la salud y la familia  mientras que la política y la religión ocupan los últimos puestos, es decir, no son aspectos importantes en la vida, con una caída más acusada en la religión desde 1994.

La permanente importancia de la salud resulta lógica y en cuanto a la familia seguramente la juventud percibe su importancia por su dependencia de la misma para subvenir a sus necesidades. Esta importancia de la familia de origen no se comfirma con otros datos en los que estos jóvenes no tratan de formar sus propias familias sino que se unen en pareja sin vínculo civil ni religioso, cada vez se producen menos matrimonios y los hijos, si se tienen, lo son a edad cada vez más alta.

La escasa importancia que la juventud presta a la política resulta inquietante. Puede ser que la rechace por falta de políticos con los que poder identificarse o por estimar que poco se puede influir en ella. Los jóvenes son el sector de la población que menos acude a votar al contrario de los mayores que acuden con regularidad. Este vacío político generacional, en opinión, está siendo ocupado por los populismos disolventes.

En alguna próxima ocasión comentaré más cosas de este informe que recomiendo leer con atención.

 

Francisco Rodríguez Barragán