Colaboraciones

 

Cristianismo

 

 

 

13 marzo, 2023 | Javier Úbeda Ibáñez


 

 

 

 

El cristianismo no es una creación de la mente humana, ni siquiera una doctrina moral, es la auténtica revelación de Dios que se hace hombre por amor al hombre para abrirle el camino a la vida eterna, le infunde fuerzas y le enseña cuál debe ser su conducta. La religión cristiana nace por iniciativa de Dios. El cristianismo es la respuesta del hombre a Dios que se revela en Cristo.

Para el teólogo católico Schmaus, «ser cristiano es lo mismo que estar en comunión con Cristo, reconocerle como Señor. Participar de su vida. El SÍ a sus palabras, la obediencia a sus mandatos, tienen cuño cristiano en cuanto expresan un sí a Él mismo» (Teología Dogmática III, Dios Redentor, RIALP. Madrid 1959. Pág. 117).

Lo más importante para la fe cristiana es pues la «relación» con Jesucristo, de tal modo que el cristianismo, aunque contenga exigencias morales, no puede ser reducido a un conjunto de mandamientos que hay que obedecer, así lo expresaba el Cardenal Ratzinger (Benedicto XVI): «Quien reduce el cristianismo a la moralidad pierde de vista la esencia del mensaje de Cristo: el don de una nueva amistad, el don de la comunión con Jesús y, por tanto, con Dios» (La Nueva Evangelización, conferencia pronunciada en el Congreso de Catequistas y Profesores de Religión, Roma, 10.XII.2000) y el Papa san Juan Pablo II: «Urge recuperar y presentar una vez más el verdadero rostro de la fe cristiana, que no es simplemente un conjunto de proposiciones que se han de acoger y ratificar con la mente, sino un conocimiento de Cristo vivido personalmente, una memoria viva de sus mandamientos, una verdad que se ha de hacer vida» (Enc. Veritatis splendor, 88).

«Cristianismo» básicamente es el modo de vida y la doctrina y de los seguidores de Jesucristo, tal y como fueron predicadas desde los primeros tiempos de la Iglesia.

«Mas ahora tenemos un único nombre, mayor que todos aquellos (de los patriarcas del AT); NOS LLAMAMOS CRISTIANOS, hijos de Dios, amigos, un solo cuerpo. Esta apelación nos obliga más que cualesquiera otras y nos hace más diligentes en la práctica de la virtud. No hagamos nada que sea indigno de tan gran nombre, pensando en la gran dignidad con la que llevamos el nombre de Cristo. Meditemos y veneremos la grandeza de este nombre» (san Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de san Juan, 19, 2-3. Año 390).

«Si Cristo —explica R. Latourelle— es a la vez el misterio revelante y el misterio revelado, el mediador y la plenitud de la revelación, se sigue que Él ocupa en la fe cristiana una posición absolutamente única, que distingue al cristianismo de todas las otras religiones, incluido el judaísmo. El cristianismo es la única religión cuya revelación se encarna en una persona que se presenta como la verdad viva y absoluta. Otras religiones tuvieron sus fundadores, pero ninguno de ellos (Buda, Confucio, Zoroastro, Mahoma) se propuso como objeto de la fe de sus discípulos. Creer en Cristo es creer en Dios. Cristo no es un simple fundador de una religión; es a la vez inmanente a la historia y el trascendente absoluto; uno entre millares, pero el único, el totalmente otro».

Cuando se afirma que el cristianismo es la religión verdadera y definitiva es preciso aclarar que la absolutez de la verdad y de la santidad, que es propia de la religión cristiana, no se atribuye al cristianismo tal cual se ha realizado históricamente, sino a Jesucristo, el único que es la «plenitud de la vida religiosa».

En el cristianismo no hay más verdad y santidad que Cristo, su Evangelio y las verdades contenidas en él.