Colaboraciones

 

Ideología de género. Papa Francisco y cardenal Ennio Antonelli

 

 

 

02 mayo, 2024 | Javier Úbeda Ibáñez


 

 

 

 

La ideología de género implica que el rol del hombre y de la mujer se ha desentendido del sexo biológico. Esto es incompatible con la visión del hombre que presenta la Iglesia, con las Sagradas Escrituras en la base de la doctrina.

La ideología de género ve al cuerpo como algo secundario, como algo exterior a la naturaleza humana, que no participa en la dignidad de las personas como tales.

Para la Iglesia, el sexo biológico está en línea con el cuerpo humano y es intrínseco a la naturaleza humana. Es evidente así entonces que la ideología de género se contrapone a la visión de la Iglesia católica.

Las personas tenemos una dimensión material y una dimensión espiritual. Ambas son esenciales para nosotros como seres humanos. Y por eso no podemos aceptar la ideología de género: si el cuerpo es esencial para la persona humana, esto tiene que ver con el sexo biológico.

En la exhortación apostólica Amoris laetitia (16-III-2016), n. 56, del Papa Francisco, se puede leer lo siguiente:

«Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que “niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer”. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo[45]. Es inquietante que algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños. No hay que ignorar que “el sexo biológico (sex) y el papel sociocultural del sexo (gender), se pueden distinguir pero no separar”[46]. Por otra parte, “la revolución biotecnológica en el campo de la procreación humana ha introducido la posibilidad de manipular el acto generativo, convirtiéndolo en independiente de la relación sexual entre hombre y mujer. De este modo, la vida humana, así como la paternidad y la maternidad, se han convertido en realidades componibles y descomponibles, sujetas principalmente a los deseos de los individuos o de las parejas”[47]. Una cosa es comprender la fragilidad humana o la complejidad de la vida, y otra cosa es aceptar ideologías que pretenden partir en dos los aspectos inseparables de la realidad. No caigamos en el pecado de pretender sustituir al Creador. Somos creaturas, no somos omnipotentes. Lo creado nos precede y debe ser recibido como don. Al mismo tiempo, somos llamados a custodiar nuestra humanidad, y eso significa ante todo aceptarla y respetarla como ha sido creada».

Transcribimos también un párrafo de la conferencia del año 2009 del cardenal Ennio Antonelli (Todi, Italia, 1936), presidente (en ese momento) del Consejo Pontificio para la Familia, dada a los nuevos obispos (los nombrados por el Papa, el año anterior a esta conferencia) sobre El obispo y la pastoral familiar. Dice así en el párrafo dedicado al tema de la ideología de género:

«El desafío más peligroso viene de la ideología de género, nacida en los ambientes feministas y homosexuales anglosajones y ya difusa ampliamente en el mundo. Según dicha teoría, el sexo biológico no tiene ninguna importancia; no tiene mayor significado que el color de cabello. Lo que cuenta es el género, o sea la orientación sexual que cada uno elige libremente y construye según los propios impulsos, tendencias, deseos y preferencias. Se ha hecho célebre la frase de Simone de Beauvoir (París, 1908-1986): No se nace mujer se hace. Frase acuñada sobre el vestigio de una afirmación de Erasmo de Rotterdam (Róterdam, 1466-Basilea, 1536) a propósito de la educación de los niños: Homines non nascuntur, sed effinguntur».

El ser humano es, pues, para la ideología de género, no una realidad natural, sino cultural (constructivismo).

El valor supremo a tutelar es la libertad de elección. Cada uno debe tener la posibilidad de construir la orientación sexual propia y eventualmente cambiarla durante su vida. Mientras los sexos biológicos son dos solamente, las categorías de comportamiento sexual son numerosas: heterosexual masculina, heterosexual femenina, homosexual, lésbico, bisexual, transexual, travesti, voyeurismo, otras formas indiferenciadas y flexibles. Todas las prácticas son respetables y de legitimidad social.

En nombre de la libertad de elección, de la igualdad y de la lucha contra la discriminación vienen reivindicados los llamados «nuevos derechos humanos» y en particular los «derechos sexuales y reproductivos». Vuelven en esta categoría: la legitimación jurídica de las varias formas de convivencia, la familia en todas sus formas, el derecho al ejercicio estéril de la sexualidad (solución a la explosión demográfica), el matrimonio gay, la anticoncepción, la libertad de abortar, la libertad para todos de adoptar niños, la libertad de procrear artificialmente, la represión de la homofobia, la promoción de la libertad sexual de los adolescentes aún en contra de la voluntad de sus padres.

A las instancias políticas se les pide gobernar según la perspectiva de género. Desgraciadamente estas peticiones encuentran una escucha creciente: ONGs, Agencias de la ONU para la población, salud y educación, conferencias del Cairo (1994) y de Pekín (1995), Parlamento Europeo de Estrasburgo. Hasta ONGs de inspiración cristiana y asociaciones caritativas católicas se dejan tentar de palabras sacrosantas como dignidad, misericordia, respeto a la libertad, lucha contra la discriminación y la marginación.

En cuanto a lo positivo, ahí la Iglesia católica gana por goleada. Ninguna ideología ni institución tiene ni de lejos las obras de ayuda al necesitado que tiene la Iglesia. En un debate uno de los asistentes acusó a la Iglesia de que no hacía nada por los pobres. Le contestaron: «Cíteme Vd., o cualquiera del público, una institución que haga más por los pobres que la Iglesia católica». La respuesta fue, evidentemente, el silencio. Recuerdo también que, cuando tras la Segunda Guerra Mundial los socialistas alemanes llegaron al poder, se plantearon si encargarse ellos, es decir el Estado, de las obras de beneficencia. Rápidamente llegaron a un acuerdo: «El Estado alemán no tiene dinero para hacer lo que con muchos menos medios hacen las Iglesias».

La ideología de género, una corriente que considera que el sexo no es una realidad biológica sino una construcción socio-cultural que diversos gobiernos intentan imponer a través de la educación de los niños y jóvenes.